Stink y la rareza de la rana rara
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Stink y la rareza de la rana rara
Stink y la rareza de la rana rara

¡Croac!

¡Skuiiik!

¡Croac!

El tiburón era supersigiloso. El tibu-rón era muy resbaloso. El tiburón se deslizaba por el agua cual relámpago plateado.

Stink sintió que algo le agarraba la pierna. ¡Ataque de ti-ti-tiburón!

—¡AARGH! —Stink pegó un gran brinco, que salpicó un súper chorro gi-gante de agua.

Stink y la rareza de la rana rara
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El tiburón sigiloso era… ¡su herma-na, Judy!

—¡Oye! No me ataques así de sorpre-sa en la piscina. ¡Del susto, casi se me cae el traje de baño!

—Eso es porque soy Tiburona, y eres Renacuajo. Algún día tendrás que meter la cabeza bajo el agua, Chinche. No puedes ser Renacuajo para siempre. ¡Yo ya casi soy Barracuda!

A veces, Stink deseaba no tener que tomar clases de natación con Judy-la-casi-Barracuda. Lo molestaba a cada rato para que contuviera el aliento y metiera la cabeza bajo el agua.

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No, gracias. Stink lo probó una vez, cuando un chico llamado Hunde lo hundió. Está bien, no se llamaba Hunde de verdad. ¡Pero Stink lo pagó con una Gran Novatada de Nariz! ¿Por qué iba a querer meterse un géiser en la nariz a propósito?

Riley Rottenberger era la única Ti-burona de segundo grado. Y Webster y Sophie ya eran Delfines.

—Yo nadar —le dijo Stink a Judy.

—Si chapotear como un perrito es nadar —dijo Judy.

—Puedo cruzar la piscina nadando —añadió Stink.

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—¿Sin flotador? —preguntó Judy. Stink se encogió de hombros.

—Anda —dijo Judy—. Sólo aguan-ta la respiración y zampa la cara en el agua.

—¡Cuidado! ¡Acosadora de nariz! —dijo Stink. Los aguazos en la nariz daban miedo. Y ardían. Y ahogaban. Mejor sólo respirar aire.

—Los Tiburones pueden pescar mo-nedas —dijo Judy.

¡Pescar monedas! ¡A Stink le gustaría pescar monedas! Pero eso significaba contener la respiración hasta llegar al fondo de la piscina. Se estremeció.

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—Tal vez la próxima semana.

—¡Stink! —dijo Cammy, su maes-tra de natación—. Se acabó la clase. Hora de irse.

—¿Ves? Hora de irse —dijo Stink.

—Como quieras. Pero yo voy a pes-car monedas una última vez. No de un centavo. No de cinco. Y no de diez, Stink. De veinticinco centavos —dijo Judy y sonrió como una barracuda de dientes de sierra, y se alejó nadando con suavidad plateada de tiburona.

Stink se aferró a su flotador en la parte bajita de la piscina, mirando a los Tiburones en la parte honda.

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Renacuajo-flotador todo el día.

✶✶✶

¡Entonces, sucedió algo inusual!

Stink se había salido de la piscina. Se dirigió al vestuario de los niños. Abrió el chorro de la ducha y giró la espalda hacia el agua caliente.

Entonces lo vio. Algo abultado y bur-do en la esquina de la ducha. Algo más grande que una araña. Algo más verde que una araña.

Stink cerró la ducha, y se agachó pa-ra ver más de cerca. ¡SPROING!

¡El bulto burdo saltó!

—¡Está vivo! —gritó Stink.

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¡Croac! ¡Croac-croac! ¡El bulto burdo era una rana! Un pequeña ranita ver-decita.

—¿Qué haces aquí, muchachita? —preguntó Stink—. Estás bastante lejos de tu casa, ¿no es así?

¡Un momento! ¡Lo que dura un salto de rana! Algo no andaba bien. Algo no andaba nada bien con esa rana.

¡La ranita sólo tenía una, dos, tres patas, no cuatro!

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—¿Fue que casi te comen? —pregun-Stink—. Algún pajarraco malo cenó anca de rana, ¿verdad?

Stink tenía que rescatar a la rana. Se agachó y puso las manos sobre la ranita.

—¡Te tengo!

¡Sproing! De un salto, la pequeña ra-na de tres patas escapó de las manos de Stink.

Stink volvió a intentarlo. Ahuecó las manos. Esperó, esperó, esperó, y se lanzó.

¡Sproing! La ranita volvió a escaparse de las manos de Stink.

Stink persiguió a la ranita por toda la ducha.

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¡Sproing! La rana saltó sobre la tapa del desagüe. ¡Sproing! La rana saltó a la pared. ¡Sproing! La rana saltó derechito sobre los goggles de natación de Stink.

¡Una atrapada!

—Por fin te tengo —dijo Stink.

✶✶✶

Stink le mostró la rana a Judy. Stink les mostró la rana a Webster y Sophie de los Elfos. Stink le mostró la rana a Riley Rottenberger.

—Les presento al Rey Otto —dijo Stink—. Rey de las ranas de tres patas.

—¡Más bien es Ranzilla! —dijo Riley. Todos rieron.

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—Es muy lindo —comentó Judy.

—Es muy pequeño —dijo Sophie.

—Es muy verde —agregó Webster.

—Es muy verrugoso —dijo Riley.

Stink volvió a mirar la rana. Era ver-de brillante, con ojos negros y una fran-ja blanca en el costado.

—No son verrugas, son…

—Lindos lunares —bromeó Sophie.

—Iba a decir pecas —dijo Stink.

Todos se asomaron para mirar la ra-na de Stink.

—Lástima lo de su pata —dijo Judy.

—Aun así, será un amigo perfecto para Sapito —dijo Stink.

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—Sí, si tu sapo quiere ser amigo de un fenómeno de la naturaleza —dijo Riley.

—No te lo vas a poder quedar —dijo Judy.

—No te lo vas a poder quedar —aña-dieron Webster y Sophie.

—No te lo vas a poder quedar —dijo Riley Rottenberger.

—Ya veremos —respondió Stink.

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