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100 dioses del OlimpoDe niños a superhéroesPrimera edición digital: febrero, 2020D. R. © 2019, Alberto LatiD. R. © 2020, derechos de edición mundiales en lengua castellana:Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V.Blvd. Miguel de Cervantes Saavedra núm. 301, 1er piso,colonia Granada, alcaldía Miguel Hidalgo, C. P. 11520,Ciudad de Méxicowww.megustaleer.mxD. R. © Barrilete Cósmico, por las ilustraciones de interiores y la portadaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizadade este libro y por respetar las leyes del Derecho de Autor y copyright. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.Queda prohibido bajo las sanciones establecidas por las leyes escanear, reproducir total o parcialmente esta obra por cualquier medio o procedimiento así como la distribución de ejemplaresmediante alquiler o préstamo público sin previa autorización.Si necesitas fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra dirijase a CemPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, https://cempro.com.mx).ISBN: 978-607-318-830-2megustaleermexico@megustaleermex
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5A mi Olimpo de cuatro cumbres y sus anhelos que son los míos.A quienes no saben de límites y su escalada que es la de la humanidad.
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En vez de esperar a que un Oráculo de Delfos predijera sus hazañas, ellos se apegaron a la más férrea determinación para triunfar.Si en la antigua Grecia no había escapatoria a lo que se profetizara en ese santua-rio, en los Olímpicos modernos la gloria no escaparía a su obstinado afán.Sueños transformados en destino a golpe de perseverancia, los 100 dioses de este libro tienen en común que, habiendo logrado lo máximo, bien pudieron ser muy poco o casi nada. El éxito sólo garantizado con trabajo y voluntad de acero.Del hiperactivo Michael Phelps que odiaba meter el rostro a la piscina, al hí-percompetitivo Usain Bolt que prefería no correr por miedo a perder. Del Carl Lewisfrustrado porque no crecía (lo apodaban Shorty, chaparrito), a la Yelena Isinbáyevaasustada porque crecer demasiado la imposibilitaba para la gimnasia. Del Greg Lou-ganis con la niñezmás trágica, a la Simone Biles que por intervención de su abuelodejó de criarse en un orfanato. De la Ágnes Keleti que compró una identidad parasubsistir al nazismo, al Viktor Chukarin que dominó los Olímpicos tras pasar porcampos de concentración en la Segunda Guerra Mundial. De la Gail Devers expues-ta a una amputación, a la Wilma Rudolph que no iba a caminar. De una leyenda de la halterofilia cruzando a escondidas a Grecia, a otra pidiendo asilo para huir dedonde le habían exigido hasta cambiar de nombre. De Eliud Kipchoge en una aldeamontañosa en Kenia, a Nadia Comneci peleando porque no le permitían jugar futbol, a Mo Farah discriminado en la Gran Bretaña de la que sería sir, a María del RosarioEspinoza barriendo donde lanzaría patadas, a Johnny Weissmüller tomando el actade nacimiento de su hermano antes de inmortalizarse como Tarzán.Si cerramos 100 genios del balónaseverando que nadie llega a crack sin esfuerzo, que esos futbolistas tuvieron la suerte que merecieron, concluimos estos 100 dio-ses del Olimpoincluso más convencidos: ningún oráculo, ni siquiera el de Delfos, hubiese bastado para colocar en la cima a estas 100 deidades atléticas. Al Olimpo sólo se sube con extenuación y resolución, se necesita realizar muchísimo más que los demás (más kilómetros y a más velocidad, más repeticiones en el gimnasio, más brazadas, más sacrificio, más disciplina, más dolor, más ampollas, más todo) para consumar esa escalada.
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7Los invito a que viajemos juntos a la infancia de estos 100 grandes, al contexto cultural y las carambolas históricas que los forjaron, a sus privaciones y motivaciones. A asumir que no eran sobrenaturales, que no nacieron superhéroes, que su súper poder esencial fue la entrega. Los invito a que nos inspiremos y reflejemos en ellos, a que soñemos con ellos.La segunda parada de esta colección nos instala en la cumbre del más emblemático monte griego. Desde esas alturas, al lado de estos 100 dioses, afirmamos: ¿El oráculo decidiendo sus alcances? Para oráculo ese tesón capaz de vencer todo límite y destino, de aplastar toda excusa y victimismo. Si los dioses de antaño triunfaban por consigna, los actuales triunfaron porque quisieron. Precisamente, el mensaje que más disfruto compartir con mis hijos. Precisamente, el mensaje que espero que llegue a tantos niños que en el último año me privilegiaron al dormir abrazados a 100 genios del balón. «Alberto Lati, diciembre 2019.
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8Llovía tanto en la localidad de Elewijt, 20 kilómetrosal norte de Bruselas, que cada invierno la granja delos Van Innis se transformaba en un pantano.Época favorita del año para su noveno hijo,llamado Hubert, porque tomaba como pretextolos aguaceros para desentenderse de las nume-rosas ocupaciones que recibía de su padre en elcampo.Entonces podía pasarse incontables horas practicando el tiro con arco, hasta que la prima-vera se acercaba y, a regañadientes, era mandadoa repartir leche por los pueblos en la periferia de la capital belga. Eso cambió cuando fue capaz de educar al perro que lo acompañaba, para que por sí solo arrastrara el carrito de lácteos de vuelta a casa: con astucia propia del mejor arquero se ha-bía ganado tiempo para continuar con su pasión y, con 14años, ya vencía a los mayores en su primer gran torneo.Tremenda sorpresa se llevó su padre cuando, cierta noche, vio regresar el carrito sin quien estaba encargado de conducirlo. Debió imaginarlo, Hubert se escapaba para afinar su puntería.Anunciados los Olímpicos de París 1900 logróahorrar para efectuar el viaje. Ahí comenzó la sagadel arquero más laureado de la historia moderna,aunque la lejanía de los siguientes Juegos lo privóde asistir. Transcurrieron los años, se convirtió enel estrafalario dueño de una taberna que se enor-gullecía de trapear los pisos con champaña y tuvocomo admirador al rey Leopoldo, quien se arrepin-tió de pedirle una demostración de su talento luegode que el ya veterano Hubert lo sentara a observarhasta 42 tiros.Concluida la Primera Guerra Mundial, la noti-cia tardó en llegar a la granja de Van Innis: que en 1920 los Olímpicos reanudarían en Amberes, a no más de 30 kilómetros de su hogar.Para cuando los Juegos se celebraron ya te-nía 54 años y pesaba casi 100 kilogramos, pero su desempeño fue todavía mejor que dos décadas antes. Ese pintoresco personaje flamenco perdería la movilidad en el brazo derecho y sería campeón mundial a los 67 años disparando con el izquierdo. Dominio y maestría dignos del arco de oro que se atribuye a Apolo, el dios griego de la arquería.¿Qué hizo con sus nueve medallas olímpicas? Lo mismo que con sus restantes 350 trofeos: re-galarlos por doquier, recordando que en sus inicios, cuando secretamente enviaba al perro de vuelta con el carro de la leche, su padre no podía ente-rarse de lo que realizaba jornada a jornada. Apolo flamenco de arco oculto necesitaba esconder las victorias.Nació el 24 de febrero de 1866 ∙ Murió el 25 de noviembre de 1961
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EL APOLO FLAMENCO2 oros y 1 plata en París 1900, 4 oros y 2 platas en Amberes 1920s Su último título mundial fue a los 67 años
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10Con enormes posesiones por el territorio estadou-nidense y recursos ilimitados a su disposición, la heredera de ese imperio tabacalero no tenía todo lo que deseaba. Helen Barbey observaba a los hom-bres moverse con agilidad en veleros, montar los poderosos caballos de la familia, practicar cada deporte que se estrenaba en Nueva York como golf o tenis, soñando con que se le permitiera intentarlo.Su padre aceptó a regañadientes, con un par decondiciones: que la inquieta joven nunca dejaradeportar sus largos vestidos y elaborados sombre-ros; que admitiera la mejor opción de matrimonioque surgiera desde la aristocracia europea.Cuando a los 23años se casó con el conde sui-zo Hermann Alexander de Pourtalès y se convirtió enla condesa Hélène de Pourtalès, lo que más temíaera renunciar a la actividad física. Sin embargo, suesposo, al que suponía sumamente tradicional, esepersonaje que fuera capitán del ejército prusianoque unificara a Alemania en 1871, la sorprendió alabrirle la puerta al deporte que eligiera. Notandosu gran destreza para navegar, ignoró los cotilleosde la escandalizada alta sociedad y la incorporó aun equipo de vela que ganaría importantes regatas.Iniciados los Juegos de París 1900, la condesa fue inscrita en la embarcación suiza Lérinaen una competencia plagada de hombres. Su medalla de oro sería la primera de una mujer en Olímpi-cos, ante la desazón de Pierre de Coubertin, quien siempre pretendió un evento apegado al de la anti-güedad en su restricción de género.Los viejos Juegos de Olimpia habían sido tancontrarios a la participación femenina, que una delas razones para que los atletas compitieran des-nudos era cerciorarse de que fueran varones (aldetectar que una entrenadora llamada Kallipateirase disfrazó de hombre para asesorar a su hijo queluchaba, obligaron a que los entrenadores tambiénacudieran sin ropa).En Atenas 1896, Coubertin fue inflexible cuan-do una griega, Stamata Revithi, solicitó ser regis-trada en el maratón. Impedida a empujones a hacerlo, un día después correría en soledad esos 40 kilómetros.Cuatro años más tarde de esa discriminación, el río Sena sería surcado por el Lérina, con la condesa abordo. Se esperaba que la primera dama se corona-ra en el certamen femenino de tenis, pero qué mejorcomienzo de las mujeres en Olímpicos que ése: glo-ria en plena justa varonil. Y como remate, esa historia:la aristócrata que podía comprarlo todo menos unpodio olímpico. Ése lo conquistó con talento y es-fuerzo, sin olvidarse de portar el largo vestido comoprometió a su padre.Nació el 28 de abril de 1868 ∙ Murió el 2 de noviembre de 1945
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ARISTÓCRATA PIONERA1 oro y 1 plata en París 1900. Primera mujer medallista en Olímpicoss Tambiéndestacóenequitaciónytenis
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12De cuadra en cuadra, sobre colonias refinadas o terracería, cargando pesados cuencos de agua, a Spyros nunca le preocuparon las carencias, el tra-bajo más exhaustivo ni, mucho menos, ser desco-nocido fuera del pueblo de Marusi, 11 kilómetros al norte de Atenas.Su único problema era de corazón: a Eleni Kontou,la mujer de la que estaba enamorado, le habían pro-hibido ver a ese empobrecido vendedor de agua queapenas distinguía algunas letras. Aspasía, la madras-tra, estaba obstinada en que la joven se casara con unhombre rico, pese a que ella adoraba al más humilde.Mal destino, pensaba el bronceado Spyros, mientras acumulaba innumerables kilómetros y cerraba el día cosechando olivos con su padre. Muy mal destino, pese a que su madre llevaba ese nombre que los antiguos griegos consideraban remedio para los peores augurios: Kalomira, tra-ducible como buen destino. Buen destino que, sin parecerlo, estaba en marcha.Cuando Spyros inició su servicio militar a los 20años, el coronel Papadiamantópoulos quedó impre-sionado. Sin importar la distancia o intensidad del sol,el soldado bigotón cumplía cada misión a velocidady sin queja: correr por uniformes, acudir a la plaza deSíntagma por cigarros, repartir documentos.Al coronel le hablaron de una carrera larguí-sima que se estrenaría en los Olímpicos de 1896 y con la que se honraría la leyenda del solda-do-mensajero Filípides, quien supuestamente hizo ese trayecto en el año 490 a.C. para informar de la victoria sobre los persas: desde la aldea de Mara-thonas hasta el corazón de Atenas.Papadiamantópoulos propuso a Spyros que se inscribiera, pese a que a éste no le interesaba el deporte. Eleni, sin embargo, sabía de su capacidad física y lo convenció: quizá su madrastra lo acep-tara si ganaba esa competencia.La noche previa, la pareja acudió de la mano a laiglesia Panagia, rezando por los pies de Spyros. Undía después, el único participante que no contabacon formación deportiva o entrenador era ese chi-co del agua que, increíblemente, corría vistiendo latradicional falda llamada fustanella. Más increíbletodavía, cómo derrotó a esos rivales que cayerondesplomados en el primer maratón oficial.Al entrar líder al viejo estadio Panathinaikón,Grecia enloqueció y lo convirtió en héroe nacional.Emocionado hasta las lágrimas, el rey Giorgos leofreció lo que quisiera. Spyrossólo pidió una carretapara desplazar los pesados cuencos de agua. Mejorpremio no podía tener: la madrastra Aspasía habíaadmitido que se casara con su amada.Si la Guerra de Troya se desencadenó por una Eleni, el mayor orgullo griego en los Olímpicos mo-dernos, también.Nació el 12 de enero de 1873 ∙ Murió el 26 de marzo de 1940
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UN MARATÓN POR AMORGanador del maratón en los primeros Olímpicos de la modernidad s Fiel a repartir agua, nunca volvió a competir s Da nombre al Estadio Olímpico de Atenas 2004, ubicado en Marusi
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14A cada intento de encontrar una respuesta nervio-sa en las piernas, el médico negaba con la cabeza decepcionado: nada por ningún lugar. La pequeña rodilla del niño apenas era reconocible bajo esa maraña de largas agujas, clavadas en búsqueda de algún dolor o reflejo. Parecían definitivos los efectos de la poliomielitis que Ray había contraído a los ocho años: no volvería a caminar.Quizá si hubiese recibido atención hospitalariaantes, quizá si la enfermedad no se hubiera topadocon un muchachito en tan vulnerable situación. Teníacinco años cuando su mamá murió y su papá huyóde casa, a lo que se añadía esa polio que, insistían, leimpediría desplazarse sin silla de ruedas.Una terapeuta le sugirió probar haciendo ejerci-cios. Ray, hechizado al observar cómo los demás chi-cos corrían y jugaban, la obedeció. Desde que desper-taba repetía esas rutinas, sin preguntarse si aquellamisión tenía sentido. Quien visitara el canal Wabashand Erie, que conectaba los Grandes Lagos del nortede Estados Unidos con el golfo de México, podía con-templarlo exigiendo movimiento a sus extremidades.Esfuerzo que tardaría en otorgar recompensa.Todavía en 1889 acudía a la preparatoria en Lafayette, Indiana, apoyado en unas incómodas muletas, pero sus muslos ya lucían tan fuertes que generaban una impresión. Fue a los 17 años cuan-do, al ingresar en la Universidad Purdue, comenzó a dar pasos sin ayuda. Conquistada esa meta que ningún doctor creyó posible, Ray no se conforma-ría. Logró que lo aceptaran en el equipo colegial de futbol americano y lo nombraran capitán del de atletismo.Ya que el desafío físico más común en su niñez era obligarse a brincar, los entrenadores descubrie-ron en él al mejor saltador. Tiempos en los que los Olímpicos incluían tres saltos sin tomar vuelo, Ray Ewry regresó de París 1900 como el atleta favorito de los franceses que lo apodaron La Rana Huma-na. Hazaña que replicaría a cada aparición olímpi-ca, siendo el primer gran dominador de los Juegos en la era moderna: ocho oros entre 1900 y 1908.Retirado como dueño de los récords en sus tres competencias (salto triple, salto de altura, salto de longitud, todos sin impulso), colaboró en el dise-ño de los buques que la marina estadounidense enviaría a la Primera Guerra Mundial. Tras eso tra-bajó como ingeniero en jefe de los acueductos de Nueva York.Acaso para quien no iba a caminar y terminó por casi levitar, lo de menos fue dotar de fluidez a las aguas de Manhattan. Impensable en ese huér-fano cuya rodilla dejara de reconocerse bajo las agujas que buscaban alguna sensación.Nació el 14 de octubre de 1873 ∙ Murió el 29 de septiembre de 1937
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LA RANA HUMANA8 oros entre París 1900 y Londres 1908 s Ganó todas sus competencias olímpicass Sus récords persisten en tres pruebas ya no disputadas
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16La llanura del norte de Italia vivió un año muy secoen 1891. Desiderio Pietri ni siquiera podía pagar larenta de las tierras que cultivaba, ya no decir alimen-tar a sus cuatro hijos.Los Pietri se mudaron del pueblo de Mandrio a Carpi, donde empezaron por vender vegetales y, sin otra salida, los niños se fueron empleando. El tercero de ellos, el más bajito, Dorando, de 14años, se contrató en una panadería.Nostálgico de Mandrio, Dorando se aficionó a la bicicleta al utilizarla para visitar su tierra na-tal. De eso pasó a distancias más largas, incluso a ganar varias carreras, hasta que un accidente lo inclinó a dejar el ciclismo.Todavía convaleciente, parado entre harinas y hor-nos, vio pasar al atleta Pericle Pagliani en una compe-tencia de 10 kilómetros. Siempre pasional, corrió trasél. Para sorpresa de quienes lo miraban acelerar condelantal, estuvo cerca de derrotar al campeón italiano.Luego de que varios entrenadores lo rechaza-ran por medir menos de 1.60, su hermano Ulpia-no se convirtió en su preparador. Juntos viajaron a Atenas para los Olímpicos de 1906 que después carecerían de oficialidad. En ese maratón escapa-ba con cinco minutos de ventaja, hasta que aban-donó por dolores estomacales, quizá consecuencia de su consumo de vino durante la carrera.Entonces se centró en los Juegos de 1908 queiban a ser muy cerca de casa, en Roma, hasta que laerupción del volcán Vesubio obligó al cambio de sedea Londres.Todo ese juego de casualidades llevó a Doran-do al pie del Castillo de Windsor en julio de 1908, aunque faltaba más. El maratón iniciaría frente al Eton College, 40 kilómetros hasta el final, mas la familia real deseaba contemplar la partida de los corredores. Por ello, los retrasaron hasta el jardín del palacio, añadiendo a la ruta 2 195 metros. Tres horas después, Pietri fue ovacionado al ingresarlíderal estadio. Ese panadero chaparrito parecía destinado a la victoria. A unos pasos del oro olímpico, estaba tan exhausto y desorientado que corrió en sentido inverso. Cuando los jueces lo convencieron de su equivocación, cayó y fue rein-corporado. En el caos, volvió a desplomarse otras cuatro veces, siendo ayudado hasta por el escritor Arthur Conan Doyle, testigo a pie de pista.Aturdido, rompió ese listón de la meta que le llegaba casi al cuello. Sin embargo, era evidente que había ganado con ayuda, y perdió su medalla.Como consuelo le quedó el trofeo que le re-galó la reina británica, impactada por su esfuerzo. Desde entonces el maratón se compone de 42195 metros.Nació el 16 de octubre de 1885 ∙ Murió el 7 de febrero de 1942
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EL HÉROE CAÍDOMedía 1.59 metros s Llegó primero en maratón de Londres 1908, pero no tuvo medallasPrimeratletacélebre,trasLondres1908hizogirasporelmundo
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18“¿Cometí un error?”, preguntó Jim levantándosedelfoso de arena. “Hijo, acabas de romper el récord dela escuela”, respondió incrédulo Pop Warner, quienmás tarde sería uno de los entrenadores pionerosde futbol americano.Minutos antes, Jim paseaba por el Instituto Carlisle, exclusivo para nativoamericanos, cuando vio a unos chicos en fila para saltar. Pese a que vestía un overol tan rígido como pesado, se coló entre ellos y logró la inédita marca.En los siguientes días lo probaron en carre-ras cortas y largas, en boxeo y nado, en cano-taje y beisbol, siendo con diferencia el mejor entodo, pero, para impresiones, faltaba el futbolamericano. Ese joven de gesto indescifrable yvelocidad inalcanzable acertaría lejanos goles decampo, anotaría corriendo 90 yardas y defende-ría como nadie.Jim provenía de una reserva indígena, en la tribu Sac y Fox, en Oklahoma. De acuerdo con su cultura, basaron su nombre en algo sucedido en su nacimiento: Wa-Tho-Huk (“Camino brillante”) por el rayo que iluminó su casa cuando lloraba por primera vez. Entre sus ancestros figuraba el jefe Halcón Negro, célebre por su resistencia física cada que los colonos blancos pretendieron subyugarlo. Cualidades que heredó su padre, con quien Jim ya salía a los seis años a intensas misiones en el bosque. Cazar y cargar a la presa, perseguir cier-vos y someter caballos, recorrer en una misma jornada 50 kilómetros hasta acumular suficiente comida… aunque con un vacío. Como muchos niños en una aldea de elevada mortandad infan-til, su hermano gemelo falleció a los ocho años.Entre los nativoamericanos ya era conocida sufortaleza y agilidad, mas el salto en Carlisle expandiósu fama a todo el país. Calificó a Estocolmo 1912,inspirado por una frase de su papá: “Demuestra alos demás de lo que un indio es capaz”, y vaya quelo hizo. Oro en pentatlón y decatlón con registrosjamás igualados, aun compitiendo con zapatos deotra talla por el robo de los suyos. Al premiarlo, elrey Gustavo V de Suecia sintetizó: “Usted es el mejoratleta del mundo”.Al regresar, una intriga racista propició que le anularan las medallas, acusado de cobrar jugan-do beisbol, lo que contradecía el amateurismo olímpico. No sólo se despidió de las preseas, sino también de las pistas. Entonces brilló como profe-sional en futbol americano, beisbol y basquetbol.Olvidado al envejecer, apareció como extra en películas de indios y vaqueros. Tres décadas des-pués de su triste muerte, fueron devueltas a sus hijos las medallas vergonzosamente quitadas al “camino brillante” del olimpismo.Nació el 28 de mayo de 1887 ∙ Murió el 28 de marzo de 1953
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CAMINO BRILLANTEOro en pentatlón y decatlón en Estocolmo 1912 s Campeón de la Liga Nacional de beisbol e inducido al Salón de la Fama de la nfl s Elegido mejor atleta de la primera mitad del Siglo xx
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20La voz tranquila de su padre contrastaba con los jalones de esas olas llenas de tiburones y con la rudeza de lo que le diría: “Es sobrevivir o hundirte, hijo, tú nadarás para sobrevivir”.Entonces, Duke fue soltado en el océano Pacífico y, luego de tragar más agua de la recomendable, con ardor en la na-riz, nadó. Tenía cuatro años.Desde esa especie de bautismo, descubriría en las olas a su aliado y en los tiburones a su dios protector. Según relataría su mamá, cada familia hawaiana cuenta con un aumakuao guardián ani-mal, siendo el de los Kahanamoku el tiburón. La infancia de Duke coincidió con los últimos años del reino de Hawái. En 1900 Estados Unidos se anexó el archipiélago e impuso una educación para alejar a los niños de su cultura y mitología. Pese a ello, Duke se criaría orgulloso de sus raíces, firme en conceptos como mana(potencia de espí-ritu) o aina (apego a la naturaleza).Por la bahía Hanauma se le veía cruzando a bordo de pesadísimas tablas, inspiradas en las de sus ancestros. Lo mismo surfeaba sobre cajas o restos encontrados cerca de la playa Waikiki. Ésa era su verdadera pasión y, de ninguna forma, la natación. Sólo nadaba como mecanismo para vol-ver a tierra o distanciarse de algún arrecife, pero qué manera de hacerlo: en perfecta armonía con la corriente, generando una ola al moverse, apro-vechando que sus pies y manos crecerían tanto como para ratificar su vínculo con el tiburón. Todavía adolescente, rompió dos récords mun-diales de natación que en Estados Unidos no qui-sieron creer: imposible que alguien nadara a esa velocidad, seguro midieron mal. Para eliminar du-das, Duke viajó hasta Nueva York y demostró que inclusive podía ser más rápido.Así acudió a Estocolmo 1912 y empezó su co-lección de medallas olímpicas, mejorando para la posteridad la postura para practicar el estilo de crol. La Primera Guerra Mundial le impidió incrementar su cosecha de preseas; en cambio recaudó fondos para la Cruz Roja en exhibiciones de natación. Tras el conflicto le quedaban muchos años de triunfos (fue el primero con dos oros en 100 metros libres), aunque ninguno tan trascedental como el acontecido en 1925, cuando una barca volcó. Due-ño del océano, guiado por su aumakua, Duke Ka-hanamoku apuró en su tabla hasta rescatar de la muerte a ocho personas.Multimedallista olímpico, padre del surf mo-derno, figura de Hollywood y, por si faltara, máximo embajador del aloha, noción hawaiana de hospi-talidad y generosidad, como alcalde honorario de Honolulu.El debut del surf en Tokio 2020 es también un homenaje a Duke.Nació el 24 de agosto de 1890 ∙ Murió el 22 de enero de 1968
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EL PATRIARCA DEL SURF3 oros y 2 platas entre Estocolmo 1912 y París 1924 s Bajó más de 5 segundos el récord olímpico de 100 metros libres s Acudió a Los Ángeles 1932 en polo acuático
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22El cielo en el pueblo finlandés de Peräseinäjoki (en el invierno, noches de casi 20 horas) lucía tan os-curo como el panorama. Hambruna, represión de las fuerzas del zar rusoque buscaban enterrar el idioma finés, cinco de sushermanos fallecidos en plena niñez y una desespe-ranza que obligaba a decenas de miles a emigrar.La granja de su padre no tenía forma de ali-mentar a tan numerosa familia. Por ello, a los 17 años, Ville se mudó a Nueva York dispuesto a asu-mir el empleo que fuera con tal de comer. Pronto adquirió fama en ese Manhattan que crecía insaciable hacia las nubes. Ese intrépido finlandés no temía a martillar en lo más alto de los rascacielos. Carpintero o albañil, todo lo realizaba con esmero, soñando con volver cuanto antes a esa Finlandia de la que llegaban noticias a ratos promisorias, a ratos preocupantes: la independen-cia en 1917, la Guerra Civil un año después.En una construcción conoció a Hannes Koleh-mainen, multimedallista en esos Olímpicos de 1912 en los que se prohibió a los finlandeses ondear su bandera al ser un territorio semiautónomo perte-neciente a Rusia.Viendo a diario la resistencia y audacia de sucompatriota en el andamio, Hannes lo animó a par-ticipar en una carrera en 1919. Para ese muchachoque no tuvo tiempo de pensar en distracciones o ac-tividades más allá de luchar por el pan, hacer ejerci-cio era una novedad. Concluyó lejos de los primerossitios, pero con 23 años empezó a entrenar.Para 1923 ya había ganado tantas competen-cias en Estados Unidos que los directivos locales leofrecieron agilizar su naturalización a cambio deque los representara en París 1924. Al saber de eseplan, la comunidad finlandesa en Nueva York recau-dó dinero para que viajara al clasificatorio en Helsin-ki y así evitar perderlo. Ritola agradecería ese apoyollevando el nombre de su joven país a lo máximo.Así comenzó su manojo de medallas en prue-bas de fondo, dando pie a una tremenda rivalidadcon Paavo Nurmi, sólo que Ville habiéndose estre-nado en el deporte a una edad en la que su némesisya era una deidad de la pista.La gloria olímpica no modificó la vida de ese humilde carpintero, apodado Lobo de Peräseinäjo-kipor sus gestas en solitario. En su casa podían amontonarse los trofeos atléticos, mas en el tra-bajo continuó trepado en lo más alto incluso tras cumplir 60 años. Quizá por eso, otra manera de celebrar su tra-yectoria es contemplando los colosales edificios alrededor de Times Square e imaginándolo infati-gable en la cima, tal como cuando fue capaz de arrebatar oros al mismísimo Nurmi, sacándole varios segundos.Nació el 18 de enero de 1896 ∙ Murió el 24 de abril de 1892
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EL LOBO DE LAS ALTURAS4 oros y 2 platas en París 1924 s 1 oro y 1 plata en Ámsterdam 1928sImpusorécordmundialentodassuspruebas
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24Después de recorrer cinco kilómetros hasta la costadel golfo de Botnia, los niños se tiraban en la playaa jugar. Todos menos el inexpresivo Paavo, quien semetía en las heladas aguas para nadar hasta la islade Ruissalo.Lo hacía con más gesto de resignación que de diversión, sin queja ni gozo, imbuido por la palabra que mejor define a esa Finlandia que, por entonces, no era un país independiente. Sisu: determinación, coraje, subsistencia.En un territorio colmado de adversidades –fríosinviernos con apenas horas de luz; hablar un idiomasin relación con el del resto de Europa; vivir como ca-nica disputada por sus vecinos, entre dominio suecoy ruso– sólo se salía adelante con sisu. Más para eseniño que debió dejar de serlo a los 12 años.La muerte de su padre, un esforzado carpinte-ro, lo orilló a despedirse de esa escuela en la quedestacaba en matemáticas. El sueldo de su madrelimpiando casas no alcanzaba para mucho y losNurmi rentaron la mitad de su hogar. Desde enton-ces dormirían cinco en un cuarto, alimentándose depescado seco.El pequeño Paavo fue empleado por una pa-nadería como repartidor. Sin importar que el clima fuera extremo, se le veía empujando pesados ca-rros con su característico sisu.Tres años más tarde quedó tan impactado con lasmedallas del finlandés Hannes Kolehmainen en losOlímpicos de 1912, que ahorró para comprar su primercalzado deportivo. Quería ser atleta, ya corría con re-gularidad, disfrutaba de hacer cálculos matemáticossobre sus tiempos, hasta que lo llamaron al ejército.Ahí, cada día los soldados marchaban con el rifleal hombro, desafío insuficiente para Paavo. Él preferíarealizar el camino a toda velocidad, con su mochila lle-na de arena. Al notar su poderío, el coronel lo transfirióal equipo militar que participaba en competencias.Los rivales se reían de su complexión robusta,de sus anchas caderas, decían que parecía luchador,pero una vez que arrancaban, se arrepentían de susburlas. Paavo tomaba un paso uniforme y, revisandosu cronómetro constantemente, beneficiado por esedon para la aritmética, se cercioraba de nunca aflo-jar, rompía un récord casi a cada aparición.Solitario e introvertido, nadie lo entrenaba. Él se imponía hasta tres sesiones de ejercicio al día, abriendo con rutinas de calentamiento que no se estilaban y cerrando en el tradicional sauna finlan-dés para recuperarse.Cuando alguien consiguió que el primer dios olímpico revelara su secreto, Paavo respondió que todo estaba en la mente. Si hubiese sido de más palabras quizá habría explicado el término sisu.Nació el 13 de junio de 1897 ∙ Murió el 2 de octubre de 1973
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ZEUS LLEGÓ DE FINLANDIA9 oros y 3 platas entre Amberes 1920 y Ámsterdam 1928 s Rompió22récordsmundiales s EncendióelpebeterodeHelsinki1952
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