12De cuadra en cuadra, sobre colonias refinadas o terracería, cargando pesados cuencos de agua, a Spyros nunca le preocuparon las carencias, el tra-bajo más exhaustivo ni, mucho menos, ser desco-nocido fuera del pueblo de Marusi, 11 kilómetros al norte de Atenas.Su único problema era de corazón: a Eleni Kontou,la mujer de la que estaba enamorado, le habían pro-hibido ver a ese empobrecido vendedor de agua queapenas distinguía algunas letras. Aspasía, la madras-tra, estaba obstinada en que la joven se casara con unhombre rico, pese a que ella adoraba al más humilde.Mal destino, pensaba el bronceado Spyros, mientras acumulaba innumerables kilómetros y cerraba el día cosechando olivos con su padre. Muy mal destino, pese a que su madre llevaba ese nombre que los antiguos griegos consideraban remedio para los peores augurios: Kalomira, tra-ducible como buen destino. Buen destino que, sin parecerlo, estaba en marcha.Cuando Spyros inició su servicio militar a los 20años, el coronel Papadiamantópoulos quedó impre-sionado. Sin importar la distancia o intensidad del sol,el soldado bigotón cumplía cada misión a velocidady sin queja: correr por uniformes, acudir a la plaza deSíntagma por cigarros, repartir documentos.Al coronel le hablaron de una carrera larguí-sima que se estrenaría en los Olímpicos de 1896 y con la que se honraría la leyenda del solda-do-mensajero Filípides, quien supuestamente hizo ese trayecto en el año 490 a.C. para informar de la victoria sobre los persas: desde la aldea de Mara-thonas hasta el corazón de Atenas.Papadiamantópoulos propuso a Spyros que se inscribiera, pese a que a éste no le interesaba el deporte. Eleni, sin embargo, sabía de su capacidad física y lo convenció: quizá su madrastra lo acep-tara si ganaba esa competencia.La noche previa, la pareja acudió de la mano a laiglesia Panagia, rezando por los pies de Spyros. Undía después, el único participante que no contabacon formación deportiva o entrenador era ese chi-co del agua que, increíblemente, corría vistiendo latradicional falda llamada fustanella. Más increíbletodavía, cómo derrotó a esos rivales que cayerondesplomados en el primer maratón oficial.Al entrar líder al viejo estadio Panathinaikón,Grecia enloqueció y lo convirtió en héroe nacional.Emocionado hasta las lágrimas, el rey Giorgos leofreció lo que quisiera. Spyrossólo pidió una carretapara desplazar los pesados cuencos de agua. Mejorpremio no podía tener: la madrastra Aspasía habíaadmitido que se casara con su amada.Si la Guerra de Troya se desencadenó por una Eleni, el mayor orgullo griego en los Olímpicos mo-dernos, también.Nació el 12 de enero de 1873 ∙ Murió el 26 de marzo de 1940
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UN MARATÓN POR AMORGanador del maratón en los primeros Olímpicos de la modernidad s Fiel a repartir agua, nunca volvió a competir s Da nombre al Estadio Olímpico de Atenas 2004, ubicado en Marusi