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abían pasado diez años desde que se marchó de su tierra y Ulises, rey de la pequeña isla griega de Ítaca, rica en rebaños de cabras, estaba ansioso por volver a casa. Tenía muchas ganas de abrazar de nuevo a su querida esposa Penélope y a su hijo Telémaco, que era muy pequeño cuando su padre se fue.Por eso, cuando el ejército griego destruyó la poderosa ciudad de Troya, Ulises no dudó en hacerse a la mar con sus naves y, junto con sus hombres, emprender el viaje de regreso a sus hogares.—¡Rumbo a Ítaca! —exclamó la tripulación muy contenta.—Los dioses están de nuestra parte —les anunció Ulises—, y la diosa Atenea, la hija preferida de Zeus, nos protegerá.