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e llamo Jim Hawkins y la historia que voy a contar empieza el día en que un hombre, con una terrible cicatriz en la cara y un baúl como equipaje, llegó a El Almirante Benbow, la solitaria posada de mis padres. Era un viejo pirata de piel morena, no muy alto y con el pelo recogido en una coleta. Tenía unas manos grandes y agrietadas, y las uñas de los dedos negras de suciedad. —Quince hombres en el cofre del muerto —cantaba con voz ronca mientras golpeaba la puerta con un palo.
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C
uando mi padre le abrió, el hombre le lanzó tres o cuatro doblones de oro y dijo:—Este lugar parece tranquilo y tiene vistas a la cala, ¿suele venir mucha gente por aquí?—Poca —lamentó mi padre. —Entonces, ¡me quedo! Mi nombre es Billy Bones, pero llamadme «capitán». Y así fue como el capitán permaneció con nosotros una buena temporada. Solía pasar largas horas paseando por el acantilado. Por lo visto, le gustaba observar la cala y, cuando regresaba a la posada, se sentaba a beber junto a la chimenea del comedor y canturreaba: Quince hombres en el cofre del muerto.¡Ja! Y una botella de ron. La bebida y el diablo hicieron el resto.¡Ja! Y una botella de ron.A ratos, permanecía callado. Otras veces, le daba por hablar y contaba historias de piratas que me transportaban a lugares desconocidos. Una mañana, se presentó en la posada un individuo al que le faltaban dos dedos de la mano izquierda. Al verlo, al capitán le tembló la voz: —Perro Negro, ¡me has encontrado! ¿Qué quieres?El capitán y Perro Negro me pidieron que los dejara solos. Cuando me giré, se enzarzaron en una terrible discusión, las sillas volaron por los aires y Perro Negro huyó herido.
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-E
sos malditos piratas han dado conmigo y quieren llevarse mi viejo baúl. A partir de ahora, Jim Hawkins, estate muy atento y, si llega un marinero ciego y cojo, avísame. Pronto me traerán la marca negra —me dijo el capitán. —¿Qué es la marca negra? —quise saber.—Es el aviso de mi sentencia de muerte. Y, cuando me la den, quiero que vayas en busca de tu amigo el doctor y que regreséis con todo un ejército de hombres capaces de cazar a esos bribones. Por aquel entonces, mi padre estaba cada vez peor de salud y el doctor Livesey solía venir a visitarle. El capitán tomó aire y, poco después, comenzó a murmurar frases que para mí, en ese momento, no tenían ningún sentido: «Era el segundo de a bordo del capitán Flint y a su muerte me entregó el mapa. Solo yo sé dónde está la isla».Por desgracia, mi padre murió aquella misma noche. La posada se llenó de vecinos que venían a darnos el pésame y el capitán, en lugar de permanecer callado, cantaba a pleno pulmón aquella canción horrible.
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