Cartamigos de leyenda

Ana Campoy

Álex Alonso

Ilustraciones de

Portadilla

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© del texto: Ana Campoy, 2021.

© de las ilustraciones: Álex Alonso, 2021.

© de esta edición: RBA Libros, S. A., 2021.

RBA Libros es una empresa del grupo Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.

Travessera de Gràcia, 47-49 - Barcelona 08021

Diseño de colección: Álex Alonso y Lookatcia.com

Composición: Carolina Borràs.

Primera edición: septiembre de 2021.

MOLINO

REF.: ODBO908

ISBN: 978-84-2729-926-9

Depósito legal: B. 12.127-2021

Impreso en España - Printed in Spain

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Créditos

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Para Diego María,

amigo de leyenda.

Dedicatoria

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Te damos la bienvenida a Pen Friends

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Hola, Cartamigo 212:

Bueno, la verdad es que no eres mi amigo todavía. Pero ya me entiendes.

Es raro esto de escribir a alguien que no conoces, aunque supongo que a ti te pasará lo mismo leyendo mi carta. Te preguntarás quién será esta desconocida que ha aparecido de repente. Y si te interesará lo que te cuente.

Yo nunca había usado esto del correo sorpresa. Mi padre dice que está genial. Que haces muchísimos amigos. Lo que pasa es que (no te lo tomes a mal) creo que yo no los necesito. En realidad, yo solo quiero hacer lo que más me gusta, que es lo que hago

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últimamente: quedarme en casa con el Brutal Quest IV, mi juego favorito.

Pues ahora resulta que no podré hacerlo. Y cuando vuelva a ver a los de mi barrio seré la última en habérmelo pasado. La verdad es que lo pienso y no puedo soportarlo.

Bueno, basta de farsa. Creo que tengo que serte sincera. No está bien empezar una amistad sobre mentiras, ¿verdad? Es mejor que lo confiese y ya está: en realidad yo no quería escribir esta carta. Todo ha sido por culpa de mi padre. Me ha castigado y por eso ahora no me deja hacer nada. Ni jugar, ni protestar, ni respirar. Solo escribir cartas.

Ahí va. Acabo de caer en que no me he presentado. Seguro que has pensado que soy una maleducada, ¡pero es que estoy tan enfadada que hasta se me olvidan los modales! Mi nombre es Anna (ya supondrás que no me llamo «Cartamiga 386». Eso sería muy raro). Supongo que la agencia lo hace por culpa de la privacidad esa dichosa. Nos da un número y el resto es cosa nuestra.

Yo no si esto dará resultado, no te ofendas. Nunca antes había escrito una carta

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a nadie. Pero papá se ha puesto tan pesado… Me estuvo dando la tabarra tres días y tres noches con el temita este del correo.

El primer día dije que no, que no pensaba hacerlo. Pero papá no se dio por vencido. Me trajo la cartilla y los sellos y las instrucciones. Yo dije que ni hablar, que no iba ni a levantar el lápiz.

Pero es que ahora resulta que me aburro. La vida sin consola es un latazo absoluto. Así que eché un vistazo a las dichosas instrucciones y me dije que bueno, que por probar no perdía nada.

Por eso ahora estoy aquí, debajo de la cama y escribiéndote a escondidas. Porque le dije a papá que no escribiría la carta. ¡Y cualquier cosa antes de que lo sepa! (No sabes lo difícil

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que es escribir tumbada y solo con una linterna, así que perdona por la letra).

Ahora veré cómo hago para echar el sobre al buzón sin que se den cuenta. Si me pillan, tendré que inventarme una excusa. Algo para que no vean que hago precisamente lo que me han dicho que haga. Y eso que no. ¡De ninguna manera!

En fin, dejemos de hablar de mí. Cuéntame algo de ti (por favor, que sea interesante, porque me aburro muchísimo).

Es raro esto de escribirle a un número. 212. ¿Quién se esconderá detrás de esa identidad? Aquí me quedo, esperando la respuesta.

Saludos.

(Cartamiga 386)

Anna

Q

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¡Hola, Anna!

¡Qué ilusión recibir tu carta! Realmente es la primera que me llega, así que doble ilusión.

Soy el cartamigo 212, pero puedes llamarme Ricardo. Así es como me llama todo el mundo.

Vivo en un pueblo pequeño (tan pequeño que más bien es una aldea) y aquí solo con decir el nombre todos nos conocemos.

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¡Es cierto que esto del correo sorpresa va bien! Jamás creí que la paloma mensajera del sabio Molodón funcionara. Pensé que sería como siempre: una broma de mis hermanos (como soy el pequeño suelen gastarme un montón de bromas pesadas). ¡Pero resultó que el sabio Molodón decía la verdad! ¡No me había engañado!

Así es como lo hice yo: puse mi nombre en el cuestionario y hablé un poco de en el hueco que dejaban libre. Hacían preguntas un poco extrañas, la verdad, pero hice caso a las instrucciones. Cuando terminé se lo di al sabio Molodón, que lo envolvió en un rollito muy fino. Hace unos días la paloma se lo llevó y, ¡cáspita!, hoy ha llegado tu carta. Con un montón de sellos mágicos (bueno, el sabio Molodón dice que lo son. Yo no mucho de eso).

Lo bueno es que tu carta y los sellos han aparecido con una paloma mensajera especial. De las gordas, que son grises y negras. ¡Esas están muy bien entrenadas! Traen mensajes de gente importante o desde muy lejos (la gente importante suele vivir lejos, así que tampoco hay diferencia. Son la misma cosa).

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Cuando una de esas palomas oscuras aparece, no es fácil esconderla. Todo el mundo quiere saber adónde se dirige. Menos mal que el pájaro ha llegado al alba y todavía no había gente en la plaza. ¡Si no, se habría organizado un buen follón! Sobre todo al saber que iba hacia la herrería (las palomas grises no suelen visitarnos. Vamos, te digo yo que no).

Aquí es donde vivo. En casa del herrero. Estoy aprendiendo el oficio y en realidad no tengo mucho tiempo libre. Pero el sabio Molodón dijo que lo de las cartas podría venirme bien. Que así practicaré con la escritura. Y yo le he hecho caso. Es un hombre muy listo.

Supongo que podría terminar hablándote un poco más de mi aldea. Tiene un río, un bosque, una plaza y un mercado, que se celebra todos los viernes justo en esa misma plaza. Este es el lugar en el que nací y aquí he vivido siempre.

Por curiosidad, ¿tu pueblo tiene río? Lo mismo no es muy diferente al mío. Cuéntame cómo es.

Un abrazo de tu nuevo cartamigo.

RICARDO

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¡Hola, Ricardo!

¡Qué rápido ha llegado tu carta! Las palomas mensajeras esas tienen que ser unas verdaderas hachas. Me pregunto quién las entrenará. Menudo misterio lo de la agencia de correo esta.

Aquí no tenemos palomas mensajeras ni nada de eso. Solo una cartera que nos deja el correo cada mañana. Es una chica bastante maja, aunque siempre tiene prisa. Llama a

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varios pisos a la vez y dice: «¡Carteraaaa! ¿Me abreeeee?». Y entonces, si algún vecino está en casa, la deja pasar.

Ninguno nos enteramos de lo que la cartera trae a cada uno. ¡Figúrate! Somos más de veinte vecinos. Aunque tampoco es que a nadie le importe mucho.

Lo que cuentas es muy distinto a mi casa. Yo no estoy en un pueblo, sino en la ciudad. Vivimos todos muy pegados en distintos apartamentos. Tanto que a veces oímos lo que dice la familia de al lado. También cuando gritan, cuando roncan y hasta cuando se tiran pedos. Es la mala suerte de tener las paredes tan finas. Pero mamá dice que nuestro apartamento es amplio y que no podemos quejarnos. Que le costó mucho encontrarlo.

Yo no mucho de esta ciudad, no te creas. Hace poco que nos hemos mudado. Mi madre la conoce más y dice que por aquí antes pasaba un río, pero que ahora está contaminado. Lo taparon y ahora pasa la gente por encima y nadie puede visitarlo. Lo que tenemos es un parque. Y un supermercado que abre todos los días menos los domingos.

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¿Herrería? ¿En serio? ¿Qué se hace allí exactamente? ¿Espadas y esas cosas? Vaya, qué emoción. ¡Eh! ¡Un momento! Si estás ahí todo el día… ¿Cuándo vas al colegio? O a lo mejor es que no vas. ¡Jo, qué suerte!

Lo del correo sorpresa fue bastante sencillo. Yo también rellené el cuestionario. Pero a mí, en vez de llegarme una carta de otra persona (como a ti), me pidieron que escribiera yo primero. Así que me enviaron tu número de cartamigo. Luego llevé mi carta a correos, donde tienen un montón de buzones. Supongo que del resto se encarga la agencia.

No creo que los sellos sean mágicos. Solo sirven para pagar los envíos. Así es como me dijo mi padre que funciona el correo. Que antes lo hacían de esa manera para saber unos de otros. Se escribían cartas y las metían en un sobre. Y les ponían un sello y una dirección y las metían en un buzón. Luego alguien las recogía y la carta viajaba ¡justo hasta esa dirección! Al sitio donde le habías dicho a la carta que fuera. La gente se la iba pasando de mano en mano para conseguirlo. Y papá cuenta que, mientras la carta llegaba, todos

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esperaban con muchas ganas. Y que era muy emocionante.

Mi padre también dice que escribirse cartas es una buena experiencia. Cree que me vendrá bien. Por eso me apuntó a esto del correo sorpresa. Piensa que he de «cultivar la paciencia», que en estos tiempos todo va demasiado rápido y no sabemos ser pacientes. Pero yo creo que exagera. Además, me da igual si todo va lento o rápido. Lo único que es que sigo castigada y que he de portarme «excelentemente bien» si quiero seguir jugando al Brutal Quest IV.

Cuánta injusticia, de verdad. Ser hija es un latazo.

Cuéntame lo que haces en la herrería.

Otro abrazo de vuelta.

Anna

Q

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Querida Anna:

¡Vives en la ciudad! ¡Oh, qué emocionante! Ahora entiendo que me enviaran una paloma negra tan gordota. ¡Tiene que viajar bien lejos!

Yo nunca he estado en la ciudad (creo que nadie de mi pueblo ha estado), pero siempre he soñado con ir. Seguro que allí todo es muy imponente.

Qué risa leer lo de los pedos. Justo estaba bebiendo en ese momento y se me salió la leche por la nariz. Lo puse todo perdido. Menos mal que nadie me vio y pude limpiarlo enseguida.

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¿Un camino encima de un río? ¡Qué cosa más rara! A lo mejor es porque en la ciudad hay poco sitio. Aquí tenemos hueco de sobra. Para los caminos y para los ríos.

¿Tenéis mercaderes todos los días? Vaya, qué afortunados. Aquí los vendedores van de pueblo en pueblo. Van visitando la comarca durante todos los días de la semana. Supongo que como en la ciudad hay mucha gente también hay muchos mercaderes. Tiene sentido.

Sí. Soy aprendiz de herrero. Pero tampoco te creas que mucho del oficio. Solo me dejan limpiar la mugre. Me tiro todo el día barriendo. ¡En eso que soy todo un experto! De momento, mi obligación es mantener aseada la herrería, cargar el carbón y hacer los recados del maestro. Que son bastantes, la verdad. Por ejemplo, a veces mi maestro discute con el carpintero porque las piezas que le ha encargado no miden exactamente lo que él ha dicho. Y me toca ir y volver como tres veces hasta que todos quedan contentos. Solo con eso tengo para casi todo el día.

Ojalá que pronto haya un nuevo aprendiz y yo pueda ascender de puesto. Así me dejarían hacer otras cosas, como encargarme del fuelle. Y entonces

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de la mugre, del carbón y de las disputas se encargaría el nuevo.

Ahora el primer aprendiz es un chico llamado Bramante. Tiene pocas luces, pero tampoco es mal muchacho. Aunque cada vez que le pido que me enseñe a fundir algo me responde cosas como «déjate de espadas y ponte a barrer, merluzo», y ya no hay nada más que hablar con él.

Aunque tampoco quiero quejarme. A veces, cuando mi maestro está de buenas, me deja que use el fuelle un ratito. Es cansado, porque tienes que estar todo el rato avivando el fuego, pero también aprendes mucho. Puedes ver cómo él da forma a los diferentes utensilios.

No solo hacemos armas, ¿eh? También herraduras, arados, tijeras y todo tipo de

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herramientas. Y también las mantenemos. De hecho, una vez al año nos encargamos de revisar la espada de la aldea. Es una reliquia muy antigua, pero gracias a nosotros está muy bien conservada.

El negocio de la herrería va bien y mi maestro está contento. Por eso permitió que yo fuera su segundo aprendiz. El sabio Molodón insistió mucho en ello. Y como el sabio Molodón es una autoridad en el pueblo, mi maestro no rechistó.

No, no voy al colegio. Aquí somos pocos muchachos y tampoco hay una escuela, así que es Flora la que nos enseña. Flora es la hija del panadero y le encantan los libros. Por eso hace algún tiempo habló con la comunidad para encargarse de enseñarnos, y el alcalde le dijo que sí, que bueno, pero que tampoco nos entretuviera demasiado. Que todos tenemos mucho que hacer como para perder el tiempo con tonterías.

Así que Flora dijo que vale, que de acuerdo, y como ya tiene el permiso ahora hace lo que le da la gana. Por eso viene a la herrería de vez en cuando. A traerme libros y ponerme tareas. Aunque yo no siempre las hago. Sobre todo cuando son cuentas. ¡No soporto hacerlas!

Lo que me gusta de Flora es que narra muy

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buenas historias. A veces nos reúne a unos pocos alrededor de la hoguera y nos explica cosas. No solo de damas y caballeros, que eso me parece un poco aburrido, también relatos de miedo. Y cotilleos del pueblo. Eso sin duda es muy interesante. Lo mejor es cuando pone voces. Te crees de verdad que ella es toda esa gente que habla por su boca. Y siempre te quedas con ganas de que cuente más historias.

Yo que Flora tiene un don. Y que sueña con unirse a los titiriteros de la comarca, pero también

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que en su casa se volverían locos si lo hiciera. Así que es un poco nuestro secreto. Y lo porque cuando me mira y después yo la miro, los dos nos entendemos.

Por eso creo que Flora es mi mejor amiga. A pesar de que es bastante mayor que yo, creo que es la que mejor me comprende. Al menos no me gasta bromas pesadas, como hacen mis hermanos. Creo que ya te he hablado de ellos. Tengo dos y son mayores que yo. Son unos mangurrianes de cuidado. Aunque tampoco hace falta que los mencionemos demasiado.

¿Y tú? ¿Tienes hermanos?

Espero que ya te hayan levantado el castigo. Por cierto, ¿qué pasó? ¿La liaste muy gorda? Espero que ya hayas podido jugar al juego ese. Si te gusta tanto es porque es muy divertido.

RICARDO