Título original inglés: Amelia Fang and the Half-Moon Holiday.
Publicado originalmente en inglés en 2019 por Egmont UK Limited,
The Yellow Building, 1 Nicholas Road, Londres, w11 4an.
© del texto y las ilustraciones: Laura Ellen Anderson, 2019.
Todos los derechos reservados. La autora hace valer sus derechos morales.
© de la traducción: Maia Figueroa, 2019.
© de esta edición: RBA Libros, S.A., 2019.
Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
Primera edición: octubre de 2019.
rba molino
ref.: obdo588
isbn: c
realización de la versión digital • el taller del llibre
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Todos los derechos reservados.
Para mi padre, el verdadero
rey de los chistes malos. Gracias por ser tú y animarme siempre
a dirigirme con valentía hacia mi futuro creativo.Te quiero, ¡larga y próspera vida al rey! ¡Besos!
ÍNDICE
MAPA DEL REINO DE LA LUZ viii
NOCTURNIANOS Y PURPURINOPOLIANOS x
1. UNA MUDA DE REPUESTO 1
2. EL PRÍNCIPE CAPITÁN 11
3. LA OTRA IZQUIERDA 23
4. LA ISLA ES EL PLATO 41
5. BICHOS BARBUDOS 55
6. EL PASTEL DE FANTASMA LE CANTÓ A LA PALOMA AL AMANECER 65
7. UNA MARIQUITA SOFISTICADA CON UN MALETÍN 77
8. NO APARECE, NO HAY ESPERANZA 89
9. UN ABEJORRO CON CORNAMENTA 99
10. NO SOY UN SOFÁ 111
11. LA MALDICIÓN DEL DULCIRUELO 121
12. EL CARRUAJE DE NÉCTAR 135
13. ¡OYE, KEVIN! 143
14. ZUMO DE CORAL 155
15. LA SALA DE RENACUAJOS 169
16. ¡AHORA SE ACUERDA! 181
17. EL HORMIGUERO 193
18. SER MINÚSCULOS Y VALIENTES 203
19. UN PEQUEÑO DESTELLO DE LUZ 217
Luz
de la
Acantilados de Cristal
Pradera de los
Dragones Flamenco
Barrio
Los Gnomos
Jardín
de los
Bichitos
MAPA DEL REINO DE LA LUZ
Lago
Menor
SPA Brillante
Lago de los Geniecillos
¡Saludos espeluznantes!
LES GUSTA:
Estar con sus amigos
¡El Parque Paraíso Calabaza!
NO LES GUSTA:
Las criaturas malvadas
Ordenar la habitación
LES GUSTA:
La crema especial
para párpados
La ropa nueva
NO LES GUSTA:
Quedarse sin crema
para párpados
Tener hambre
Tufón
y Pumpy
Florencia
LE GUSTA:
Las carreras de remo
Buscar comida
NO LE GUSTA:
Que Tufón esté obsesionado
con la crema para párpados
Que la llamen bestia
LE GUSTA:
Estar con sus amigos
Su fiel linterna guadaña
NO LE GUSTA:
Lo que hay en el Mar Chispeante
Las historias trágicas
NOCTURNIANOS Y PURPURINOPOLIANOS
LE GUSTA:
Contar historias trágicas
Los sándwiches bien rellenos
NO LE GUSTA:
Cómo se orienta Ricky
Quedarse sin bolsitas de té
LE GUSTA:
El Club de Excursionismo Arcoíris
Las casas de veraneo
NO LE GUSTA:
Las historias trágicas de Graham
Cómo conduce Graham
LE GUSTA:
El Carruaje de Néctar
El reino de bichitos
NO LE GUSTA:
Nada que lleve mantequilla
Los bichitos tristes
LE GUSTA:
Ser la mejor de clase
Atormentar a Amelia Fang
NO LE GUSTA:
Que Amelia saque mejores notas
Ser amable
Frankie
1. UNA MUDA DE REPUESTO
CAPÍTULO 1
UNA MUDA DE REPUESTO
Salía el sol en el Reino de la Oscuridad y las criaturas de Nocturnia se preparaban para acostarse. Todos menos una pequeña vampira y Pulposi, su calabaza de compañía.
—¡Mamááá! —gritó Amelia Fang por la es-calera de caracol de la Mansión Fang—. ¿Has visto mi mochila de calabaza? La necesito para la acampada del Club de Excursionis-mo Arcoíris y he quedado con los demás en el Cementerio Central de Nocturnia ¡dentro de diez minutos!
La puerta amarilla que había a mitad del pasillo se abrió de golpe y apareció la condesa Frivoletta, una vampira muy hermosa con un moño MUY alto. Llevaba una bata larga y cen-
telleante con hombreras ENORMES y el pelo envuelto en una toalla de purpurina.
—¡Horrorcito! —exclamó con voz melosa, y cogió a Amelia en brazos—. Me cuesta creer que vayas a estar fuera todas las vacaciones de la Media Luna.
Le dio tres besos en cada mejilla y a Amelia le quedaron unas marcas brillantes de color negro del pintalabios.
—¿Te has acordado del abrillanta-dor de colmillos? ¿Y del exfoliante para piel pálida? No te olvides de una muda de repuesto por si un buitre se te come la ropa interior...
—¡Mamá! —Amelia se sonrojó—. Los bui-tres no se comerán nada mío. Además, vamos al Reino de la Luz. Allí no hay muchos buitres que digamos. Pero tengo que encontrar la mo-chila de calabaza o ¡no podré llevarme nada de repuesto!
La condesa reflexionó un momento y entró en su dormitorio. Unos segundos más tarde, salió de otra habitación que había en el pasi-llo. Las puertas de la Mansión Fang eran muy inusuales: cambiaban de sitio siempre que querían, y Amelia tenía suerte si su habitación estaba detrás de la misma puerta durante va-rias semanas seguidas. A veces desaparecían puertas y aparecían otras nuevas, y ¡nunca sa-bías dónde acabarías!
—Si quieres, puedes usar este bolso. ¡Es uno de mis favoritos! —le ofreció la condesa, y aca-rició un bolsito pequeño y peludo que parecía un ratón aplastado.
Amelia no sabía si le cabría una mano den-tro, y mucho menos todo lo necesario para una acampada de una semana. Mientras pensaba
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en cómo rechazar la oferta sin ofender a su madre, su padre salió del cuarto de baño con un crucigrama bajo el brazo.
—¡Mi churruscadora de salchichas favorita! —dijo el conde Drack III al ver a Amelia—. De-bes de estar muy contenta: vas a saltarte las clases de órgano durante una semana entera.
Le guiñó un ojo a Amelia con travesura, y la condesa Frivoletta miró a su marido con mala cara.
—Drack, mi terrorífico espantador, Amelia recuperará las clases después de las vacacio-nes de la Media Luna. ¿Verdad que sí, horror-cito?
Amelia suspiró.
—Sííí, mamá.
El reloj del Coco de la Mansión Fang dio la hora, y Amelia soltó un grito.
—¡Ya son las cinco de la mañana! ¡Voy a lle-gar tarde! —gritó, y echó a correr por el pasi-llo—. ¿Dónde tengo la mochila?
Pulposi se contagió del pánico y se puso a dar botes y vueltas mientras meneaba el rabillo.
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—¿Se refiere a esta mochila, joven Amelia? —preguntó una voz conocida desde el pie de la escalera.
Uuuh, el mayordomo fantasma más respeta-do de todo el Reino de la Oscuridad, flotó hasta ellos con una mochila redonda de color naran-ja en las manos.
—¡Ay, Uuuh! —dijo Amelia, y corrió hasta él—. ¡Eres el mejor!
—La he encontrado en el sótano. La estaba meciendo un hombre del saco; la había adop-tado como mascota. —Uuuh se volvió hacia los condes—. Siento decir que la plaga de hombres del saco ha empeorado. Hay que echarlos pron-to; si no, ocuparán toda la casa. Se pondrán su ropa, condesa Frivoletta, y le destrozarán los vestidos. Por diversión.
La condesa Frivoletta tenía cara de estar al borde de un desmayo y el ojo izquierdo le daba vueltas tan deprisa que estaba a punto de salir despedido.
—No pasa nada, mi queridísima ventosidad de pus. Lo arreglaremos —dijo el conde Drack,
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y le guiñó un ojo a Uuuh antes de respirar hondo—. Esta misma noche llamo a los Caza-Cocos.
Con la mochila de calabaza llena hasta arri-ba, varias mudas de repuesto (POR SI ACASO) y un Pulposi que no paraba de dar botes, Ame-lia se despidió de sus padres dándoles un beso a cada uno. Estaba tan nerviosa que le pare-cía como si tuviera la tripa llena de polillas vampiro. Nunca había estado fuera de casa tanto tiempo sin sus padres, ni siquiera cuan-do fue a Purpurinópolis a buscar a la madre de Tufón.
La condesa Frivoletta le colocó bien la banda del Club de Excursionismo Arcoíris.
—Espero que, cuando vuelvas, la lleves LLE-NA de insignias. —La condesa sonrió—. Te lo vas a pasar muy bien.
—¡Eso espero! —respondió Amelia—. Pero os voy a echar de menos.
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—Bueno, cuando estés divirtiéndote con to-dos tus amigos, ni te acordarás de nosotros, mi pequeño pulgar confitado —dijo la madre—. ¡No querrás volver a casa!
—Y no comas nada que no debas —le reco-mendó el conde Drack.
Amelia se rio.
—No te preocupes, papá. No lo haré. Una excur-sionista Arcoíris debe estar preparada para todo. Además, los dos monitores, Ricky y Graham, cui-darán de nosotros.
—Cuídate, mi revientagranitos.
Su padre sonrió, le dio un abrazo y abrió una puerta cubierta de hiedra que daba al Cemen-terio Central de Nocturnia. Allí fuera había un manto de niebla.
—Vamos allá —dijo Amelia—. ¡Mi primera acampada! Estas serán las mejores vacaciones de la Media Luna de la historia.
Pulposi lo miraba todo con los ojos muy abiertos. Amelia se lo colocó debajo del brazo y salió a la penumbra y la neblina.
2. EL PRÍNCIPE CAPITÁN
CAPÍTULO 2
EL PRÍNCIPE CAPITÁN
Amelia sintió la tierra esponjosa del cemente-rio bajo los pies y respiró el aire fresco de la noche. Pulposi iba dando brincos alrededor de sus tobillos, ¡poing!, ¡poing!, y de un bote se acercó adonde se había reunido un batiburri-llo de criaturas emocionadas: había desde zombis y yetis, a fantasmas, niños lobo y ser-pientes. Delante de todos había dos unicornios grandes, cada uno con una pañoleta con los colores del arcoíris atada al cuello y una gorra picuda con el logo del arcoíris cosido en la par-te delantera.
—¡Gamusinos galopantes! —exclamó uno de los unicornios—. ¿Has visto ese árbol de ahí, Ricky?
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El unicornio que se llamaba Ricky se fijó en un árbol espinoso y ennegrecido.
—Lo he visto, Graham.
—¿No crees que se parece un poco a mí? —preguntó Graham.
—No. La verdad es que estaba pensando que se parece mucho más a mí. Por los hombros más anchos, los buenos codos... —Ricky hizo una pausa, y luego añadió—: Y los cascos más grandes.
—Bueno, seguramente os recuerda a los dos a vosotros dos —dijo Amelia cuando se acerca-ba—. Es el famoso Árbol Petrificado Que Pare-ce Un Unicornio.
Ricky y Graham se miraron y contestaron al unísono:
—Se parece más a mí.
A Amelia se le escapó una risita. Había cono-cido a Ricky y a Graham cuando eran guardias unicornios en Purpurinópolis. Desde entonces, los dos habían dejado su trabajo como guardias, se habían mudado a Nocturnia y habían funda-do el Club de Excursionismo Arcoíris.
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