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Creo que, para su evasión, aprovechó una migraciónde pájaros silvestres.
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ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRYCon las acuarelas originales del autor
Título original: Le Petit PrinceAutor: Antoine de Saint-ExupéryTraducción: Bonifacio del CarrilEditor original: Éditions Gallimard, ParísCopyright © Éditions Gallimard, París, 1946Primera edición en lengua castellana: EMECÉ Editores S.A., Buenos Aires, 1953Copyright © Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A., BarcelonaReservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.Ediciones Salamandrawww.salamandra.infoISBN edición en papel: 978-84-7888-719-4ISBN libro electrónico (epub): 978-84-15631-01-9 Primera edición en libro electrónico: agosto de 2015Composición digital: Newcomlab S.L.L.
A LEÓN WERTHPido perdón a los niños por haber dedicadoeste libro a una persona grande.Tengo unaseria excusa:esta persona grande es el mejoramigo que tengo en el mundo.Tengo otra ex-cusa:esta persona grande puede comprendertodo;hasta los libros para niños.Tengo unatercera excusa:esta persona grande vive enFrancia,dondetiene hambrey frío.Tieneverdadera necesidad de consuelo.Si todasestas excusas no fueran suficientes,quierodedicar este libro al niño que esta personagrande fue en otro tiempo.Todas las personasgrandes han sido niños antes.(Pero pocas lorecuerdan.) Corrijo, pues, mi dedicatoria:A LEÓN WERTHCUANDO ERA NIÑO
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9CUANDO yo tenía seis años vi una vez una lámina magníficaen un libro sobre el Bosque Virgen que se llamaba «Historias Vividas».Representaba una serpiente boa que se tragaba auna fiera. He aquí la copia del dibujo.El libro decía:«Las serpientes boas tragan sus presas enteras,sin masticarlas.Luego no pueden moverse y duermendurante los seis meses de la digestión.»Reflexioné mucho entonces sobre las aventuras de la selvay,a mi vez,logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo.Mi dibujo número 1. Era así:Mostré mi obramaestra a las personas grandes yles pregunté si mi dibujo les asustaba.
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10Me contestaron: «¿Por qué habrá de asustar un sombrero?»Mi dibujo no representaba un sombrero.Representabauna serpiente boa que digería un elefante.Dibujé entonces elinterior de la serpiente boa a fin de que las personas grandespudiesen comprender.Siempre necesitan explicaciones.Midibujo número 2 era así:Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un ladolos dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía,la historia,el cálculo y lagramática.Así fue como,a la edad de seis años,abandoné unamagnífica carrera de pintor.Estaba desalentado por el fracasode mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2.Las personasgrandes nunca comprenden nada porsísolas,yesagotadorpara los niños tener quedarlessiempre y siempreexplicaciones.Debí,pues,elegirotrooficioyaprendíapilotaraviones.Volé un poco por todo el mundo. Es cierto que la geografíame sirvió de mucho. Al primer golpe de vista estaba en condicionesdedistinguirChinadeArizona.Esmuyútilsiunollega a extraviarse durante la noche.Tuve así,en el curso de mi vida,muchísimas relaciones conmuchísima gente seria.Viví mucho con personas grandes.Las hevisto muy de cerca. No he mejorado excesivamente mi opinión.
11Cuando encontré alguna que me pareció un poco lúcida,hice la experiencia de mi dibujo número 1, que siempre he conservado.Quería saber si era verdaderamente comprensiva.Pero siempre me respondía: «Es un sombrero.» Entonces no le hablaba nide serpientes boas,ni de bosques vírgenes,nideestrellas.Me ponía a su altura.Le hablaba de bridge,de golf,de política y de corbatas.Y la persona grande se quedaba muysatisfecha de haber conocido a un hombre tan razonable.IIViví así,solo,sin nadie con quien hablar verdaderamente,hasta que tuve una avería en el desierto del Sahara,hace seisaños.Algo se había roto en mi motor.Y como no tenía conmigoni mecánico ni pasajeros,me dispuse a realizar,solo,unareparación difícil.Era,para mí,cuestión de vida o muerte.Tenía agua apenas para ocho días.La primeranochedormísobre la arenaa milmillasdetoda tierra habitada.Estaba más aislado que un náufragosobre una balsa en medio del océano.Imaginaos,pues,misorpresa cuando,al romper el día,me despertó una extrañavocecita que decía:—Por favor..., ¡dibújame un cordero!—¿Eh?—Dibújame un cordero...Me puse en pie de un salto,como golpeado por un rayo.Me froté los ojos. Miré bien. Y vi un hombrecito enteramente
12extraordinario que me examinaba gravemente.He aquí elmejor retrato que,más tarde,logré hacer de él.Pero seguramente mi dibujo es mucho menos encantador que el modelo.No es por mi culpa.Las personas grandes me desalentarondemicarreradepintorcuandoteníaseisañosysólohabíaaprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas.Miré,pues,laapariciónconlosojosabsortosporelasombro.No olvidéis que me encontraba a mil millas de toda región habitada.Además,el hombrecito no me parecía ni extraviado,nimuertodefatiga,nimuertodehambre,nimuertode sed,ni muerto de miedo.No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en medio del desierto,a mil millas detoda región habitada.Cuando al fin logré hablar,le dije:—Pero... ¿qué haces aquí?Repitió entonces,muy suavemente,como si fuese unacosa muy seria:—Por favor..., dibújame un cordero...Cuando el misterio es demasiado impresionante no esposible desobedecer.Por absurdo que me pareciese,a milmillas de todo lugar habitado y en peligro de muerte,saquédel bolsillo una hoja de papel y una estilográfica.Recordéentonces que había estudiado principalmente geografía,historia,cálculo y gramática,y dije al hombrecito (con unpoco de mal humor) que no sabía dibujar. Me contestó:—No importa. Dibújame un cordero.Como jamás había dibujado un cordero,rehíce uno de losdosúnicos dibujos que era capaz de hacer.El de la boacerrada.Quedéestupefacto cuando oí al hombrecito que merespondía:
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He aquí el mejor retrato que, más tarde, logré hacer de él.
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14—¡No! ¡No! No quiero un elefantedentro de una boa.Una boa es muypeligrosa y un elefante muy voluminoso.En mi casa todo es pequeño.Necesito uncordero. Dibújame un cordero.Entonces dibujé.El hombrecito miró atentamente. Luego dijo:—¡No! Este cordero está muy enfermo. Haz otro.Yo dibujaba.Mi amigo sonrió amablemente, con indulgencia:—¿Ves?...No es un cordero;es uncarnero.Tiene cuernos...Rehíce, pues, otra vez mi dibujo. Pero lo rechazó como los anteriores:—Éste es demasiado viejo.Quiero un cordero que vivamucho tiempo.Entonces,impaciente,comoteníaprisa por comenzar a desmontar mimotor, garabateé este dibujo.Y le largué:—Éstaeslacaja.Elcorderoquequieres está adentro.Quedé verdaderamente sorprendido al ver iluminarse el rostro de mijoven juez:—¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba este cordero?