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Edición en formato digital: marzo de 2020© 2020, Lorenzo Silva y Manuel Marlasca© 2020, Cristóbal Fortúnez, por las ilustraciones© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 BarcelonaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.El copyrightestimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyrightal no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autoresy permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org)si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.ISBN: 978-84-17247-76-8Diseño y maquetación: La chica del jerseyComposición digital: Newcomlab S.L.L.www.megustaleer.com
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Y sin embargo, impulsados por la esperanza, los hombres se arriesgan, y nunca nadie ha tomado la senda del peligro con la idea de que se condenaba a no triunfar en su proyecto.Dó  A, citado por Tí(Traduccin de Juan José Torres Esbarranch)
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A la memoria de Manuel Ferrandis,Juan Antonio Palmero y José Antonio Vidal
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«Ya os dirá el calibre la Polica»...............................................13La batalla de La Vall d’Uix...................................................31Operacin Marietta................................................................51Fueradecontrol.....................................................................69La confitada............................................................................93Jaime Giménez Arbe, sin disfraces..........................................111Figueira da Foz, final de trayecto............................................131Elfantoche.............................................................................153Apéndices Cronologa y mapa de localizacin. Atracos atribuidos aGiménezArbe.....................................................................175Biografa Lorenzo Silva...........................................................185Biografa Manuel Marlasca.....................................................187Biografa Cristbal Fortúnez..................................................189
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-13-«Ya os dirá el calibre la Policía»Un atracador que actúa en solitario, disfrazado y siempre armado, comienza a desvalijar oficinas bancarias de toda España a partir de 1994. En Viveiro (Lugo) se le dispara la pistola y dos años después, en Zafra (Badajoz), se enfrenta a tiros a la Guardia Civil. Son los primeros pasos del Solitario, que en los últimos años del sigloXX empieza a ser una preocupación para las fuerzas de seguridad.
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-15-Un tiro de verdad no suena como los que estamos acostumbrados a or en las pelculas. Cuando Ramn Fernández, director de la oficina del Banco Exterior de España en Viveiro (Lugo), acudi a declarar a la comisara, haban pasado cinco horas desde que el estruendo del disparo le haba sa-cudido los tmpanos. Los odos aún le zumbaban mientras le explicaba al inspector jefe, sentado frente a una máquina de escribir, lo que se haba vivido en torno a las 13.45 en la sucursal bancaria. —En la oficina slo estábamos tres empleados cuando entr un señor con barba, salt detrás del mostrador y agarr a una compañera por los pelos mientras le deca que la iba a coger de rehén y le apuntaba con una pistola.—¿Cmo era la pistola? —El inspector jefe, un veterano, se esforzaba en recabar todos los datos posibles para rellenar el atestado.—Muy grande. Negra. 2 de mayo de 1994
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—Siga. ¿Qué pas después? —Fue todo muy rápido. La empleada abri la caja y él meti el dinero en una bolsa negra de plástico. Se llev 5.700.000 pesetas en billetes de 10.000, 5.000, 2.000 y 1.000 y en cheques de viaje. También se llev unos cuantos dlares y francos franceses. —¿Se llev los billetes cebo? —El polica tena la esperanza de que el atracador hubiese cogido el fajo con numeracin correlativa, lo que facilita-ra el seguimiento del dinero.—No, los dej en la caja. Y cuando recoga el dinero se le dispar la pistola, pero él ni se inmut. Se agach a recoger el casquillo, se lo enseñ a la compañera y le dijo que la Polica ya nos dira el calibre.
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—Ya, eso a ustedes no les importa—observ el inspector jefe—. Hemos recogido el proyectil y ya veremos. Dgame todo lo que recuerde del atra-cador.—Meda un metro setenta, más o menos, llevaba una chaqueta verde de lona, hablaba con acento castellano. Sali andando tranquilamente y se subi a un coche de color blanco. Antes de irse, se llev el carnet de identi-dad de un empleado y nos dijo que no avisáramos a la Polica antes de diez minutos. Añadi que, si se nos ocurra avisarla, tena nuestra identidad. La bala, que haba impactado en la pared del despacho del director, era del calibre 45 ACP y las estras que el cañn helicoidal del arma haba de-jado en ella descartaron que hubiese sido disparada con una pistola Llama,
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-18-Star o Smith & Wesson. Los expertos en balstica de la Comisara General de la Polica Cientfica sostuvieron en su informe que posiblemente se trataba de una Colt. Una Colt del 45. Artillera pesada para atracar una pequeña oficina de un rincn de Lugo. Ni el inspector jefe ni el director de la oficina bancaria sospechaban aquel 2 de mayo de 1994 que este atraco era el primero que perpetraba aquel individuo, al que todo el pas conocera algunos años más tarde como el Solitario, con arreglo al modusoperandique iba a hacerlo famoso. Am-bos estaban asistiendo al pistoletazo de salida, nunca mejor dicho, de una carrera que iba a prolongarse durante catorce años y a pasar por veintiuna provincias y diez comunidades autnomas. Un año antes, en Ademuz (Va-lencia), una vetusta cámara de seguridad de la oficina del Banco Central Hispano haba grabado al mismo hombre llevándose casi medio milln de pesetas con un compinche. Nunca más actu acompañado.Casi dos años después, el 27 de marzo de 1996, lo que qued graba-do en los odos de los empleados de la oficina de Ibercaja de Tarazona (Zaragoza) fue el sonido de un arma al montarse. El ruido seco e inquietante que la corredera de una pistola hace al alojar una bala en su cañn. Eran las 14.25 y la oficina estaba a punto de cerrar. El hombre, de un metro setenta y barba negra muy poblada, entr en la sucursal decidido y mont el arma mientras encañonaba a un empleado sentado en su mesa: —Caraculo, al suelo y dame las perras. El atracador recorri la oficina mostrando su pistoln y obli-gando a todos a permanecer en el suelo. Pidi que le abrieran lacabina blindada y coloc en el hueco una silla para evitar que secerrase. De all se llev 1.952.000 pesetas antes de subirse a unafurgoneta blanca. En aquella oficina de Ibercaja no haba cáma-ras que registraran la imagen del delincuente, pero en la memoria
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de uno de los empleados qued fijada para siempre, hasta el punto de que ocho años después, en 2004, el hombre lo reconoci en un cartel de «Se busca». No tuvo dudas, aquel atracador era el mismo que apareca en varios fotogramas de cámaras de seguridad y al que la Guardia Civil buscaba por haber acribillado meses atrás a dos de los suyos en Castejn (Navarra).Algunos años antes de este cruento incidente, que lo llevara a convertir-se en el enemigo público número uno, el atracador más buscado de España y la pieza más codiciada por los agentes del Instituto Armado, el Solitario
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-21-estuvo a punto de llevarse por delante a unos cuantos guardias civiles. Ocu-rri en Zafra (Badajoz) el 10 de mayo de 1996. No haban pasado ni dos meses desde su último golpe. Minutos antes de las dos de la tarde, entr en una sucursal de la Caja de Ahorros de Badajoz. Los testigos repitieron la descripcin de Ademuz, de Viveiro y de Tarazona: un metro setenta de estatura, complexin fuerte, barba negra y poblada. Aquel viernes, 10 de mayo, era el da que los vecinos de Zafra iban a cobrar el subsidio de desempleo y haba más dinero del habitual en la caja, circunstancia ven-tajosa para el delincuente; pero también haba más personas dentro de la oficina, unas veinte, lo que complicaba su labor. El atracador, sin arredrarse por ello, entr y se dirigi a una empleada que escriba a máquina en una mesa cerca del búnker. Le apunt a la cabeza con una pistola mientras le in-dicaba a un compañero que abriese la puerta de la zona de seguridad. Con total serenidad, sin dejar de amenazar a los empleados, sac una bolsa de basura de color negro y se hizo con casi seis millones de pesetas. Un cliente, aterrorizado, intent salir del banco. —Como abras la puerta, mato a esta —le dijo secamente, mientras apuntaba de nuevo, pero esta vez apoyando el cañn en la cabeza de la empleada.Antes de abandonar el banco, le dedic unas palabras a la que haba sido su rehén durante los breves minutos que dur el atraco: —Encantadodeconocerla.Era su botn más sustancioso hasta la fecha. En total, llevaba algo más de catorce millones de pesetas en cuatro golpes, con un solo tiro dispa-rado y por accidente. Pero aquel viernes de primavera, el Solitario pas
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-22-su bautismo de fuego. Una patrulla de la Guardia Civil del puesto cercano de Bienvenida haba recibido por la emisora el comunicado de la huida de un atracador. Casi al mismo tiem- po observaron que un Renault 4 blanco efectuaba una ma-niobra tan brusca como peligrosa y comenzaron a perseguirlo. Apenas unos cientos de metros después, el coche se detuvo en un cruce, el conductor se baj y comenz a disparar con- tra la patrulla. Uno, dos, tres… As hasta ocho disparos. Un cargador ente-ro. Una bala se incrust en el reposacabezas del conductor, que salv la vida de milagro. Los otros siete proyectiles perforaron la carrocera y los cristales del coche de la Guardia Civil. Los agentes, que se parapetaron detrás de las puertas del vehculo, dispararon catorce veces hacia el atracador sin alcanzarle. Le vean apuntar en una postura académica: agarrando el arma con las dos manos, las piernas abiertas, agrupando los disparos.Tras el tiroteo, el delincuente volvi a tomar el volante de su coche y enfil por una pista que discurra paralela a la va del
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-23-tren. All se cruz con otra patrulla, alertada por la emisora, que ech pie a tierra e hizo contra él seis disparos. Esta vez el pistolero no se preocup de parar. Se limit a mostrar su arma por la ventanilla.Los cuatro guardias civiles que se enfrentaron al atracador coincidieron en dos detalles al contar lo vivido: la pericia que pareca tener el delincuente manejando las armas y que no le vieron la barba que haban descrito los empleados del banco. La primera capa del disfraz acababa de ser descubierta. El la-boratorio de balstica de la Guardia Civil también averigu que el calibre utilizado por el ladrn de barba postiza era 45 Geco. Superior al habitual en el gremio de los atracadores de bancos, más aficionados a las armas que se adquieren con relativa fa-cilidad en el mercado negro: revlveres del 38 o viejas pistolas de 9 milmetros o del 9 largo, muchas de ellas procedentes de robos en domicilios. Aquel tipo, su armamento y su forma de actuar se salan por completo de lo normal. Cuatro atracos haban bastado para comprobarlo.
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-24-En aquellos estertores del siglo , la Polica era el cuerpo más especiali-zado en la lucha contra los ladrones de bancos. Barcelona y Madrid tenan secciones de atracos en sus brigadas de Polica Judicial con agentes muy experimentados, capaces de reconocer a los delincuentes por sus andares, por su forma de hablar o por un detalle tan nimio como los pliegues de sus orejas. En la demarcacin de la Guardia Civil, los robos a bancos eran de-litos excepcionales y la Unidad Central Operativa (UCO) no tena ningún grupo especializado en esa materia, as que los atracos del tipo que se haba enfrentado a tiros con varios agentes en Zafra se investigaban por separado, en las distintas comandancias. Las cámaras del banco de Ademuz y las de la caja de Zafra haban grabado al mismo individuo, pero en aquel momento nadie se dio cuenta. El ladrn haba elegido con buen criterio su teatro de operaciones, invariablemente rural.Pasaron dos años hasta que el mismo tipo de un metro setenta, con la misma barba poblada y esta vez ataviado con un chaleco de pescador, fue grabado por las cámaras de una oficina bancaria. Sucedi otro viernes, como en Zafra. Faltaban cinco minutos para las cuatro de la tarde del 22 de mayo de 1998 cuando se present en la sucursal de Caixa Galicia en Melide (La Coruña). —El director, por favor.—No va a poder atenderle, está con unos clientes.El recién llegado pareci dispuesto a esperar, pero cuando vio salir al único cliente que haba en la sala principal del banco, apoy una mano en el mostrador, salt al otro lado y casi al mismo tiempo sac un revlver y pregunt dnde estaba el dinero. En una bolsa de plástico negro introdujo 1.829.000 pesetas.
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