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Me encantaría dedicar este libro a mis padres.Quiero daros las gracias.Gracias por haberme apoyado desde el primer momento.Gracias por haberme llevado a cada entrenamiento.Gracias por haberme comprado mi primer equipo de grabación y por haberme ayudado con mi primera inversión de ropa LR.Gracias por haber intentado prohibirme saltar con el pie roto (lo siento por haber hecho todo lo contrario... jajaja).Gracias, de corazón, por estar orgullosos de mí, desde siempre.Sin vosotros nunca hubiera tenido la mínima oportunidad de haber podido cumplir este sueño. ❤
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Edición en formato digital: septiembre de 2020© 2020, Álex Segura, por los textos y las fotografíasAutor representado por Youplanet, S. L.© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 BarcelonaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyrightestimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.Diseño y maquetación: Penguin Random House Grupo EditorialISBN: 978-84-17752-80-4Composición digital: Newcomlab S.L.L.www.megustaleer.com
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Índic
unos cominzos my dos  11un nv tp, n nvo yo 35aint  vid n n sndo  53ent  qiófno y sin spnz n 73¿Inmdz o psión? 93Ps con mis pds y con os médicos 113Pko = ficidd 133lch po ts sños cndo ts sños pcn ocs 157Believe in yourself: confí n ti 175Y ho¿qé? 193adcimintos 213
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UNOS
COMIENZOS
MUY 
DUROS
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13Hola, me llamo Álex Segura, y esta es mi historia.Yo era un niño tímido y con buen corazón, con cero confianza en mí mismo y una inocencia enorme. Tenía doce años, aunque físicamente aparentaba unos cuantos menos. Me gustabajugaralfútbol,soñabaconserenunfuturounfutbolistaprofesional, como casi todos los niños. Sin embargo, no conseguíaintegrarme en ningún grupo de amigos, así que pocos eran misplanes fuera del instituto. Intentaba portarme bien con todo elmundo, pues suponía que era lo correcto y lo mejor para hacer amigos, pero el resultado fue todo lo contrario. Supongo que no tuve mucha suerte con mis compañeros de instituto. No obstante, no le daba tanta importancia a sentirme solo. Los chavales de mi clase eran másaltos y más fuertes queyo, por lo que tenía la sensación de que me había metido en un aula que no era la mía. Recuerdo que todos tenían pelos en laspiernas, en los brazos... y yo no tenía ninguno, parecía de primaria aún. Esto era motivo de burla diaria, así que, como bienpensáis, no estaba nada a gusto.Además, mi día a día era totalmente monótono, nada emocionante,nadafueradelonormal.Porlasmañanas,instituto;porlastardes,clasesparticularesylos finesdesemanaenfamilia. Hasta que un día un familiar mío me dijo que le apetecía«hacer parkour». Le puse cara de no saber de qué me estaba
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14PARKOUR: CREE EN TIhablando y él se explicó: «Quiero saltar». Yo no sabía si se refería a saltar a la comba, a hacer pruebas de atletismo... Estabamuy perdido, pero, como no tenía nada mejor que hacer, le dije que me apuntaba. Así que fuimos a unas casas abandonadas y, allí saltó de unmuro a otro, nada peligroso realmente, pues estábamos a un metro del suelo. Me puse en el borde de la pared dispuesto a intentarlo, y de repente sentí que me temblaban las piernas y querespiraba aceleradamente. Mi mente y mi cuerpo me decíanque aquello no era una buena idea. Finalmente, por vergüenzade no sentirme capaz, le dije que me dolía el tobillo, aunque sabía que no me iba a creer. —Jajaja... eres un gallina, reconoce que te da miedo. Aunquenoloentiendo,porqueestoessuperfácil,cual-quiera podría hacerlo —me dijo.Se rio de mí por ser un «gallina», pero sus palabras no meofendieron. Seguía pensando que aquello era muy peligroso apesar de lo que me decía. Sin embargo, mientras él saltaba una y otra vez, comencé a rayarme: «Quizás es que soy muy niñotodavía para estas cosas», pensaba. Así que nos fuimos de allí al poco rato. Nunca hubiera pensado que aquella noche no iba a poder dormir pensando en el salto. Me imaginaba siendo capaz de saltar aquella distancia, desaltar en general, y era feliz tan solo con ese pensamiento. Porlo general, me iba a la cama y mi mente se centraba en los exámenes que debía rendir y poco más, pues mi vida no tenía nada de emocionante. Y eso no es todo: al día siguiente me pasé horassaltandoconlospiesjuntos.Saltabalosas,lospasosdepeatones, cosas en las cuales correría cero peligro, pero queme servirían para entrenar «el salto», o eso pensaba yo.
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15UNOS COMIENZOS MUY DUROSClaro que aquellos saltos los hacía cuando nadie me miraba, ya que me daba mucha vergüenza, pues eran realmente patéticos, de hecho, no sé si se podrían considerar saltos, pero obviamente parkour no... ¿Saltar de una raya pintada en el suelo a otra es parkour? No lo creo, perome encantaba, lo disfrutabamucho. En mi casa también saltaba, primero una losa, luegodos, e incluso tres. ¿Sería capaz de realizar aquel salto?El día que volví a coincidir con mi primo, le dije que me avisaracuando fuera a hacer parkour, que lo grabaría con el móvil. Y aél le extrañó mi actitud, aunque me dijo: «Vale, perfecto, asítengo una cámara que me grabe». Así que volvimos a vernos. Yo seguía sin sentirme capaz de saltar obstáculos, pero me encantaba verlo, grabarlo, y fijarme muy bien en cómo lo hacía. En un momento dado, me acerqué al muro de la anterior vez por curiosidad: no tenía nada que ver con los saltos que había entrenado, lo veía totalmente imposible. Y no entendía que él lo hiciera con tanta facilidad. Así que finalmente me rendí y pensé que aquel deporte no era para mí.Pasabanlosdíasysolopensabaensaltar,saltarysaltar,y,aunque me veía patético, me encantaba. Volvimos a quedaruna vez más, y no aguanté más sin decírselo.—Tío, me gustaría aprender a hacer parkour, ¿túcrees que sería capaz? —le pregunté.—A ver, si entrenas mucho, quién sabe, puede ser —me contestó él.Sin embargo, sus palabras no sonaban demasiado convincentes. Pensé que lo habría dicho por decir. —Quiero probar un salto de los tuyos, llevo días sal-tando las losas de mi casa y creo que estoy preparado—me envalentoné.
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16PARKOUR: CREE EN TI—¿En serio? No tiene nada que ver saltar losas quesaltar muros, no sirve de nada lo que estás haciendo... Yo creo que esto no es lo tuyo.Os prometo que si me hubiera dicho: «Adelante, eres capaz», lo hubiese intentado en ese mismo momento, pero me quedé hundido, sobre todo cuando me dijo que lo que había entrenado no servía para nada. El parkour no era lo mío, estaba claro. Pero no es lo mismo pensarlo tú a que te lo diga otra persona. No sépor qué me hirió tanto los sentimientos si en el fondo me lo imaginaba.Volví a casa muy triste, decaído, pero no paraba de darlevueltas: «¿Seré capaz de entrenar y hacerlo algún día?». Aunque en el fondo no quería rendirme, era un niño bastante débiltanto física como mentalmente, y al mínimo golpe que recibíame ponía a llorar. Sin duda, aquello no era para mí: no me veíaaprendiendo a base de caídas, ni arriesgando en cada entrenamiento. Sin embargo, al salir del instituto me fui a las casas abandonadas, medí la distancia del salto para poder ensayarlo sin altura y comprobar si llegaría. Y, efectivamente, llegaba de sobra,era un salto muy pequeño pero me impresionaba mucho, a pesar de la poca altura, ya que, aunque no fuese mucha, si caía de espaldas o de cabeza me haría mucho daño. Y al ponerme en el borde, en vez de pensar en llegar, no paraba de imaginar quépasaría si no podía, si llegaba con un pie, si me resbalaba... Estaba claro que no era buena idea saltar en aquel momento.No obstante, parecía que algo me impulsara a seguir, así que puse la mochila entre los dos muros: si me caía, quizá el bultoamortiguaría el golpe, y quizá así tendría la confianza que mehacía falta. Me subía al muro, me veía incapaz, me volvía a subir,
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17UNOS COMIENZOS MUY DUROShacía el amago de saltar, pero desistía. Quería intentarlo, pasara lo que pasara... Menuda impotencia. Deseaba intentarlo, llegóunpunto en queya me daba igual hasta caerme o hacermedaño, solo quería verme «echándole huevos», dejar de sentirme un niño por un momento.Volví a subirme al muro y me coloqué en el borde. Me temblaban las piernas incluso más que el primer día, pero tenía decidido que iba a saltar. Respiré hondo, me agaché y me impulsé hacia adelante. El salto era minúsculo, pero ese microsegundoen el aire se me hizo eterno. Durante el salto, en vez de dirigir la mirada hacia mi objetivo, no paraba de mirar al suelo, pensando en todo lo que me podría pasar si me cayera. Noté que los pies llegaban al segundo muro, y cuando estaba casi celebrándolo,se me resbalaron porque los había estirado demasiado y me caí de culo al hueco que había entre los dos muros. Tuve la malasuerte de no aterrizar encima de la mochila (aunque tampocohubiera servido de mucho realmente...). En el suelo había escombros y ramas, pero con el subidón de adrenalina del sustono noté nada, pensaba que no me había hecho daño. Me levanté y en un principio estaba bien, hasta que vi que el codo derecho me sangraba. Me limpié un poco como pude con unos pañuelos y me fui tan contento para casa, mirándome laherida con orgullo. ¡¡Había sido capaz de intentarlo!! Al enfriarme, además del codo, me di cuenta de lo que me dolía el culo,pero creedme que era feliz. «Los niños no hacen saltos peligrosos, ni vuelven con heridas a sus casas por hacer parkour», me decía,ynolosabíaconcerteza,peromegustabapensarqueno era lo habitual, me hacía sentir especial.Al día siguiente volví a las casas abandonadas. En cuanto me coloqué en el borde del muro lo veía todo distinto, y no me tem
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18PARKOUR: CREE EN TIblaban tanto las piernas. ¿Habría roto esa barrera mental? ¿Yapodía decir que hacía parkour? Me quité la mochila y a los pocos segundos estaba agachado a punto de saltar otra vez.Aquel salto fue distinto, iba con confianza, con ganas, visualizando mi objetivo, sabía que no me iba a caer; de hecho, estaba deseando llegar, y así fue. Realicé el salto perfecto. No podíaestar más contento, y lo celebré más que el mejor gol que hubiera marcado en mi vida. Volví a ponerme en el borde del muro, y lo repetí, una y otra vez... Me sentía superorgulloso de mí mismo. Así que empecé a buscar más saltos por las casas e hice alguna cosilla más, pero no podía dejar de pensar en el primersalto, por lo que decidí ir a ver a mi familiar para contárselo. Durante el camino no paraba de ver muros, vallas, paredes, obstáculos en general que poder saltar: había convertido mi cerebroen un radar de saltos. Finalmente llegué a su casa.—¡¡LO HE HECHO, YA HAGO PARKOUR!! —griténada más verlo. —¿El qué? ¿El salto de las casas abandonadas? —mepreguntó.—¡¡SÍ!! Quiero hacer parkour, lo tengo decidido. —No es tan sencillo como piensas, pero, vale, cuandoquieras entrenamos.Y le respondí con entusiasmo que quería entrenar en esemismo momento, y, aunque a él parecía no apetecerle mucho,aceptó. Me llevó a otra zona donde había muros que cada vezse alejaban más, para poder ir probando hasta encontrar tu límite. Mi primo se puso a calentar y al cabo de unos minutosrealizó su primer salto, y me envalentoné: «Yo también hagoparkour, seguro que puedo, no puede ser difícil», me decía para mis adentros. Sin embargo, al colocarme en la posición me daba
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Es importante saber dónde están tus límites y hasta dónde puedes llegar. El parkour es arriesgado solo si tú lo haces arriesgado.
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20PARKOUR: CREE EN TIcuenta de que era una distancia enorme, y me desanimaba.Pero aquellaveznoeramiedo,no me temblabanlaspiernas,era simplemente que sabía que era imposible y ni lo podría intentar. —¡¡Jajaja!! ¿Y tú decías que hacías parkour? —se bur-ló—. Si no haces ni esto que es una tontería... Tendríasque haberme hecho caso, no es lo tuyo, el salto que hiciste ya te dije que cualquier persona lo haría. No hacesparkour por saltar eso, no sé por qué te has venido tanarriba.No sabía qué responderle, toda la motivación que tenía había desaparecido por completo, se me llenaron los ojos de lágrimas por la vergüenza y me fui directo a mi casa. Ni me despedí de él.—¡¡Hasta luego, chico parkour!! —se mofó.Al cabo de unos días, nos mandaron hacer un trabajo en laasignatura de inglés sobre un deporte que nos llamara la atención. Y yo lo tenía claro: lo iba a hacer del parkour. En un primer momento pensé en realizarlo sin explicar mi experiencia, peromeanimé.«Cuandolagentesepaquehagoparkourmeveráncon otros ojos, me ganaré su respeto y seguro que haré muchos amigos», me decía.Así pues, cuando me tocó hacer la exposición hablé delparkour. Sin embargo, nadie parecía interesado en lo que explicaba, hasta que me decidí a contar mi experiencia. En ese momento, toda clase me miraba con cara de asombro y acto seguido empezaron a partirse de risa. Yo también me reí —por nollorar— y les dije que pronto podrían ver un vídeo mío en YouTube haciendo parkour. Las risas fueron en aumento. Esamismatardefuialascasasabandonadassolo,conelmóvil, que tenía una cámara pésima, pero me daba igual: esta
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21UNOS COMIENZOS MUY DUROSba decidido a hacerlo. Me fabricaba una especie de trípode poniendo una piedra sobre otra, colocaba el móvil, le daba al botón de grabar e iba corriendo a hacer los saltos. Tenía pocoespacio en el teléfono, así que debía darme prisa. A pesar decortarme en algunas tomas la cabeza, en otras los pies, más omenos estaba contento con el resultado, seguro de que meserviría para el vídeo y con ello demostrar que hacía parkour. Lo edité con el Movie Maker, un programa de edición de vídeo básico que tienen todos los ordenadores. Así que junté todaslas tomas e hice el vídeo, me creé un canal de YouTube y lo subí. Obviamente no esperaba una gran repercusión ni nada por elestilo, me conformaba con que mis conocidos vieran que realmente hacía parkour, que aquel niño del que todos se reían había empezado a practicar un deporte respetable. Y pensaba incluso que quizá me dejasen algún comentario de apoyo ocríticas constructivas, o que sería capaz de hacer amigos... Aquella misma noche cuando me metí en el vídeo tenía cerca de cincuenta reproducciones, y di un salto de la silla de felicidad, pero muy poco me duró, todo cambió cuando empecé a leer los comentarios:•JAJAJAJAJAJAJAJA patetico•Eres patetico•Eso no es parkour, eso es acer el tonto•Normal que no tengas amigos, das vergüenza•Fijaros que ese niño no tiene ningún amigo ni para que le grave jajajajaj•Lo peor que he visto en mi vida•Espero que no creas que eres bueno haciendo parkurA pesar de las faltas de ortografía, aquellos comentarios medolieron muchísimo, y con ellos toda la emoción y las ganas que
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22PARKOUR: CREE EN TItenía de que mi vídeo se viera se fueron por el desagüe. Empecé a analizarlo desde fuera y mi cabeza no paraba de darle vueltas: «El niño chico, el hazmerreír de todos, intenta hacer parkour, se ledafatal,ynisiquieratieneunamigoquelograbe,normal,esque menuda vergüenza grabar esa porquería, lo peor es que se pensará que lo hace bien». Así que acto seguido borré el vídeocon lágrimas en los ojos: «No valgo para nada». Y la vuelta a clase fue un completo infierno.—Mira Álex, yo también hago parkour —me decía uncompañero y daba un saltito en el suelo.—Álex, hazme un vídeo a mí también, mira qué bienhago parkour —se burlaba otro mientras se ponía a ca-minar en equilibrioen un bordilloa diez centímetrosdelsuelo.—¡¡Jajaja!! Gracias por decirme de ver el vídeo, voy atener de qué reírme mucho tiempo —me soltaba otro.Y así todo el rato, y yo no sabía dónde meterme... Estaba enclase frustrado, y las horas se me hicieron eternas. La había cagado por completo. Aquella misma tarde, de camino a casa, vi a unos chicos jugando al fútbol. Me acerqué y les dije de jugar con ellos, pero me miraron extrañados hasta que uno dijo: «Ese es el patético que dice que hace parkour», y todos comenzaron a reírse, menos uno, que era el que tenía el balón. —Acércate, no les hagas caso —me dijo.En estas situaciones, te encuentras entre la espada y la pared. Si «huyes», eres un cobarde y se van a reír de ti, pero si no lo haces vas a salir perdiendo igualmente. Es imposible tomaruna decisión acertada en estas circunstancias cuando eres unniño.
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23UNOS COMIENZOS MUY DUROSMe acerqué, aunque bastante desconfiado, y de pronto elchicomelanzó un balonazo queme dio en el estómago. Caíderodillas al suelo con las manos apretándome la barriga, teníalágrimas en los ojos por la mezcla entre el dolor y la humillación. Y para rematar la faena el chico me dijo: —Pensaba que hacías parkour, podrías haber saltado el balón. —Y todos se rieron. Había sido uno de los peores días de mi vida, pero, como noquería que mis padres me vieran de aquella manera, me fui a un descampado cerca de mi casa, donde había piedras y muros, y nadie nunca pasaba por allí. Me senté en mitad del descampado,y cuandome calméunpoco,levanté la mirada yvi muchasposibilidades. «Ya tengo zona de entrenamiento, aquí estoy asalvo de miradas, comentarios y burlas», pensé.Cogí un par de ladrillos y los puse a cierta distancia, y empecé a saltarlos, y poco a poco los iba alejando. También habíauna pared, que intenté subir, pero no podía... Cuando llevaba un rato saltando me di cuenta de que durante ese tiempo no me sentía mal, ni estaba preocupado, sino concentrado en los saltos, sin pensar en otras cosas. Al intentar subir la pared me había raspado un poco los brazos y las rodillas, pero me alegrabade ello, me sentía fuerte por las heridas que me había hechoentrenando, me sentía un «hombre» y no un niño, aunque fuera tan solo durante unos minutos.Empecé a ir todos los días y saltaba solo, pero me encantaba. Me acostaba pensando en qué saltos podría intentar al díasiguiente, y me levantaba con ganas de que llegase la hora depoder ir a entrenar. Tenía ilusión por algo, y esa sensación eranueva para mí. Todo aquello no lo sabía nadie. ¿Mis amigos?: no tenía; ¿mis padres?: no quería preocuparles.
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Es posible que a veces te sientas solo, sin el apoyo de nadie. Pero no te puedes ni imaginar la de vueltas que da la vida. Nunca te derrumbes, sigue luchando por lo que más te guste y ya verás como el tiempo pone a cada uno en su lugar.
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25UNOS COMIENZOS MUY DUROSPasaron varias semanas, y seguía siendoel hazmerreír delinstituto. Mi intención al subir el vídeo había sido que la gentepensara algo como: «Guau, es increíble que, con lo difícil que es hacer parkour, Álex luche por ello con lo poquita cosa que pensabaqueera»,ocualquiermensajedeapoyoquememotivaraa seguir intentándolo. Sabía que no iba a tener fans a raíz deeso, pero joder... Se habían pasado de la raya.Recuerdo que, inclusocuando había quehacer grupos paralos trabajos de clase, nadie quería ponerse conmigo. Antes deaquello no tenía amigos, y casi que no me importaba, pero vivir esa situación no tenía nada que ver: me mataba por dentro,pero no podía arreglarlo de ninguna manera, ni tampoco teníacon quién hablarlo y que me aconsejara.La rabia había ido en aumento en mi interior y me desfogaba saltando, pues era el único momento del día en el que noestaba triste, ni rayado, solo me sentía bien. Me encantabasaltar, era como estar enamorado, todo el día pensando en lomismo. ¿Me estaría volviendo un poco loco? Puede ser, ¿no?Me sentía enamorado de piedras, ladrillos, muros... Era algo increíble. Sí, definitivamente, muy normal no era. Y me enteré deque mi primo había dejado el parkour, pues decía que ya no legustaba y que era una pérdida de tiempo. Quizás llevara razón.No veía este deporte como un posible trabajo con el que poderganarse la vida, y además pensaba que era peligroso. En cambio,yosíleveíafuturo,quizásnocomotrabajo,perosícomoalgo necesario en mi día a día... Ni me podía imaginar dejar desaltar.Empecé a grabarme a mí mismo, así podría ver mis errores y mejorar. También me di cuenta de que se me daba bien hacertrípodescaserosconpiedraseinclusoramas,conlosqueera
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26PARKOUR: CREE EN TIcapaz desacar ángulosmuycuriosos.Así,coneltiempo,altener unos cuantos vídeos de todas las semanas, me percatéde la diferencia entre los primeros y los últimos. Es verdad queno hacía cosas increíbles, pero notaba que había mejoradomucho: saltaba distancias más grandes, con más soltura, másconfianza... De repente empecé a sentirme feliz y poco a pocome dejaron algo en paz tanto en clase como los chicos de mibarrio. No podrían ni imaginarse que estaba entrenando en lasombra, y en verdad me daba igual, no les necesitaba en mivida. Empecé a ser como un fantasma para ellos.Una tarde más, fui al descampado, y mientras estaba calentando oí a mis espaldas:—¿Eres el chico que hace parkour?Me giré cabreado, pensando que venían a reírse de mí unavez más, pero me encontré con un chico que se acercaba sonriendo. La verdad es que no me fiaba, puesto que la última vezen la que me había visto metido en una situación parecida, recibí un balonazo en el estómago. Sin embargo, aquello no cuadraba. ¿Qué hacía ese chaval en aquel descampado?—¿Qué tal? Me llamo Zaca, practico parkour tam-bién —me saludó.Me quedé un poco en shock, aún no sabía si me estaba vacilando o si iba en serio...—Hola... Yo soy Álex. ¿Has venido a reírte de mí?—Hevenidoapresentarme,yotambiénpracticoparkour te he dicho. Perdona, no quería molestarte —mecontestó.—Ah, vale, lo siento, es que lo habitual es que vengan a burlarse.Ereselprimeroenmuchotiempoquesemeacerca de buenas.
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27UNOS COMIENZOS MUY DUROSAcababade quedar fatal con el primer buenchico que mehabía cruzado en mucho tiempo... Así que enseguida intentéarreglar el asunto. —¿Quieres entrenar conmigo? Aquí se pueden hacermuchas cosas. Si quieres te las enseño.—Será un placer.De repente, Zaca pilló carrerilla y se encaramó a la pared con la que yo soñaba subir, y no pareció costarle en absoluto.—Increíble, tío, mi sueño es subirme a esta pared,pero pensaba que era imposible —le dije realmenteasombrado con lo que acababa de ver.—Es muy fácil. Te voy a explicar un par de truquillosy, en cuanto entrenes un poco más, la subirás sin pro-blemas.Zaca empezó a explicarme cómo hacerlo, y aunque lo seguía intentando, no lo conseguía. Sin embargo, de repente me dicuenta de que algo había cambiado en mi vida: me sentía apoyado, tenía un amigo. Esa tarde de entrenamiento fue la mejorde mi vida hasta entonces. Intercambiamos el Messenger (enesa época era lo que había para contactar por internet), paraasí poder quedar para entrenar. Los entrenamientos empezaron a ser distintos. Notaba quemejoraba más rápido y que entrenaba con muchas más ganas. El hecho de hacerlo con alguien, aparte de generarme confianza más rápidamente, me motivaba de manera increíble. Ya sabéis: no es lo mismo entrenar solo, la mayoría de las veces incluso desganado, que hacerlo con alguien que te apoya y que te enseña. En ocasiones era capaz de realizar ciertos saltos solopor el hecho de que Zaca me viera y me diera la enhorabuena,de que estuviera orgulloso de mí...