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Edición en formato digital: noviembre de 2020 © 2018, herederos de Joan Rafart por las ilustraciones.© 2018, Andreu Martín por el guion.© 2018 de la presente edición en castellano para todo el mundo:Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 BarcelonaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.ISBN: 978-84-02-42494-5Restaurado y compuesto por Rubén LarreaComposición digital: Newcomlab S.L.L.www.megustaleer.com
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EL AVE TURUTAEn 1969, ensayábamos en el subterráneo de la taberna La Cuca Fera, una obra de teatroindependiente titulada El retaule del Flautistaque estrenamos en el teatro La Alianza del Poblenou.Luego, pasaría a la sala comercial CAPSA, donde fue largamente aclamada. En aquellos días decompromiso político, emoción farandulera y Chinchón, tuve ocasión de conocer a mucha gente quesería importante en mi vida. El autor Jordi Teixidor, el escenógrafo Fabiá Puigcerver, el cantanteOvidi Montllor, el escritor Jaume Fuster… Pero tal vez el que más influyó en mi futuro fue elredactor de la editorial Bruguera, cineasta amateur, erudito, intelectual y calidoscópico Jordi Bayona.Coincidimos entre bambalinas y él me citó en la editorial Bruguera y me encargó los primerosguiones de cómic que publiqué en aquella editorial, los de Campeonio que dibujaba Raf, La Pandaque dibujaba Segura… Y, casi inmediatamente, me hizo partícipe de la idea que había tenido paraque fuera dibujada por el espléndido Joan Rafart, Raf. Debía llamarse Sir Tim O’Theo, sería una especie de parodia de Sherlock Holmes, y a Bayonale parecía que yo sería el guionista ideal dada mi afición a la novela policíaca. Me puse a ello con entusiasmo, aplicando todo lo que iba aprendiendo en la revista belgaTintin o en la francesa Pilote, que para mí eran modelo de lo que había que hacer en el octavo arte.Enseguida abordé, casi sin permiso, las historias de continuará para construir relatos tan complejoscomo ambiciosos. Pero lo cierto es que nunca tuve la sensación de estar dando vida a un superpersonaje. El gran protagonismo que tenían Mortadelo y Filemón y demás creaciones de Ibáñez, lainnegable genialidad de Manuel Vázquez o la veteranía de Escobar y sus Zipi y Zape (yo creía que)apagaban el brillo de cualquier otro perfil brugueriano que (me parecía a mí) quedaba relegado adiscretos segundos términos. No me importaba demasiado porque entonces como ahora me interesa más disfrutar escribiendoque asomarme al mundo para ver el efecto de mis escritos, y pasó mucho tiempo antes de que me dieracuenta de la dimensión que llegó a tener mi querido Tim O’Theo en numerosos lectores. Yo ya era mayor, recibía aplausos como novelista de policíaco, había trabajado en el cine yla televisión y los años gloriosos de Bruguera quedaban lejanos, cuando hablando con un vecinomadrileño con el que trabé buena amistad, salió el tema de Sir Tim. «¿Tú eras el guionista de Sir Tim O’Theo?», exclamó con ojos de admirador ilusionado anteel ídolo. Para mi sorpresa, aquel adulto de profesión seria a quien yo veía tan ajeno a los tebeos empezóa hablar de Patson y de Blops y del fantasma McLatha con un entusiasmo que, debo decirlo, me llenóde orgullo. Sobre todo cuando se refería a la taberna que les servía de punto de reunión. ¡Había pilladoperfectamente un juego que Raf y yo nos traíamos con la convicción de que era una broma privadaque nadie entendería! La taberna se llamaba The Crazy Bird, pero, como si el original del tebeo fuera en inglésy hubiera pasado por manos de diversos traductores, cada vez que la mencionábamos, lo hacíamoscon un nombre diferente. «El Pájaro Loco», «El Ave Majareta», «El Volátil Demente» (escriboimprovisando), «El Pajarraco Delirante»…
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Años después, cuando hablaba con mi amigo Enrique, descubrí que el nombre que habíahecho más fortuna fue el de «El Ave Turuta». Y años después, cuando hice un viaje a Segovia, descubrí que bajo los porches de su plazaMayor había un bar que se llamaba «El Ave Turuta». Comprenderéis que me emocioné. Que corrí al local para comprobar que era un auténticotemplo dedicado a Sir Tim y sus amigos y que, también allí, el dueño, como mi amigo Enrique,recordaba perfectamente a Patson, a Blops y a McLatha. Y os invito a que entréis en Google y le preguntéis por «El Ave Turuta». Cuando yo lo hice,se me pusieron los pelos de punta al ver la cantidad de «Aves Turutas» que había repartidas porla geografía de nuestro país. Torrelavega, Albacete, Ciudad Real… Todavía hoy me maravilla lainfluencia que tuvo aquel personaje en todo el país. Y quiero celebrar, pinta de cerveza en alto, la aparición hoy de este libro, que es merecidohomenaje a uno de los primeros personajes que trabajé, uno de los primeros peldaños de la larguísimaescalera que ha sido mi vida, y sin el cual muy probablemente hoy no sería lo que soy. No sé lo que sería, no sé si mejor o peor, pero desde luego, sin Sir Tim O’Theo, hoy no seríalo que soy. Andreu Martín
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EL SECUESTRO DEL BURGOMAESTRE
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