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NACIMIENTO GRADUAL DE LA PSICOMAGIA

Psicomagia, sanación y actos psicomágicos

La Psicomagia no es un invento creado por mi intelecto. En su nacimiento no intervino la voluntad. Se fue gestando poco a poco en mis actividades artísticas influidas por El Contracielo de René Daumal, Dogma y ritual de la alta magia de Eliphas Levy; el ballet expresionista La mesa verde de Kurt Jooss, el Manifiesto de los surrealistas Dejar lo seguro por lo incierto, el Manifiesto futurista La poesía es un acto, las teorías de Antonin Artaud sobre «sacar al Teatro del teatro», la película de Luis Buñuel Él, mi amistad con el maestro zen Ejo Takata, la exploración de los dos sueños lúcidos, la práctica del masaje iniciático, el encuentro con la curandera mexicana Pachita y mi psicoanálisis con Erich Fromm.

Sin embargo, en nada se parecen psicoanálisis y Psicomagia, aunque lo reconozca como influencia. He aquí las diferencias esenciales:

El psicoanálisis debe ser pagado. La Psicomagia debe ser gratuita.

El psicoanálisis prohíbe al terapeuta tocar a sus pacientes. La Psicomagia recomienda al terapeuta tocar a sus consultantes.

El psicoanálisis es una terapia mediante palabras. La Psicomagia es una terapia mediante actos.

El psicoanálisis analiza los sueños como si fueran una realidad. La Psicomagia propone analizar la realidad como si fuera un sueño.

En psicoanálisis, cuando una persona tiene un problema, se lo analiza con palabras, buscando cuál es el trauma que lo produjo. El paciente, de este modo, puede estar hablando con su terapeuta seis meses, diez meses, varios años, hasta que llega a darse cuenta, por ejemplo, de que tiene deseos sexuales hacia su madre. Pero darse cuenta de tener un trauma no es solucionarlo. ¿Qué puede entonces hacer el paciente para pasar de las palabras a una acción curativa?

Salvador Dalí quería trasladar los sueños a la realidad. Yo seguí el camino contrario: «No se le puede enseñar al inconsciente a hablar el lenguaje de la realidad. Hay que enseñarle a la razón a hablar el lenguaje de los sueños». Para lo cual es necesario antes que nada aclarar el concepto de sanación.

Nuestra personalidad tiene cuatro aspectos: el intelectual, el emocional, el sexual y el corporal. Toda enfermedad es un conjunto de cuatro enfermedades. Si se trata un nivel sin tener en cuenta los demás, el paciente no puede curarse. Una energía única tiene que dar vida y hacer que se comuniquen estos cuatro lenguajes: palabras, emociones, deseos y necesidades para crear la unión. Entonces, aparece el alma. Si estas cuatro energías no actúan conjuntamente, el alma enferma. No se puede estar en perfecto estado de salud si el alma se oscurece.

¿Y cuáles son las enfermedades del alma? El aburrimiento, la tristeza, la falta de alegría de vivir, la fobia a morir, la insatisfacción permanente, el cansancio, la falta de entusiasmo…

Cuando se comienza a sanar a una persona, esto implica consagrarse a la sanación de todo su ser, y de este modo convertirse en sanador del cuerpo, del sexo, del corazón, del intelecto… y del alma. En un acto de Psicomagia, el sanador no tiene que ponerse límites en la sanación. Cuanto más grave sea el problema, más difícil debería ser el acto a realizar para superarlo.

Empecé a dar consejos psicomágicos de manera experimental, a través de mis lecturas gratuitas del Tarot, a un gran número de personas en Marsella. En aquel entonces, pensaba que no podían extraerse leyes psicomágicas, porque la Psicomagia, en cuanto arte, estaba al margen de cualquier ley. Creía que yo era el único que podía ejercerla, pero con la práctica sentí que podía codificar algunas leyes y delimitar una base científica que me permitiera transmitir la Psicomagia.

La primera de estas leyes es la que yo llamo «tirar del burro por la cola». Cuando una persona tiene un problema, hay que meterla de lleno en él para sacarla de ahí. Me inspiré en una anécdota del psicoanalista americano Milton Erickson. Él tenía en Texas un burro que no quería volver a entrar en su corral. Todo el mundo trataba, en vano, de empujarlo hasta allí. A diferencia del resto, Milton Erickson le tiró de la cola en dirección contraria. Y el burro salió corriendo hacia su corral.

Antes de crear la Psicomagia, cuando alguien venía a verme con un problema y yo trataba de subirle la moral, me daba cuenta de que no surtía ningún efecto. En cambio, si a una persona le dan miedo las alturas y se la mete en una habitación totalmente a oscuras, si se la sume en lo más profundo de su fobia, es a partir de esa experiencia cuando puede sanar. Hacer de la neurosis nuestra aliada nos permite encontrar la solución.

Si una paciente tiene como amante a un eyaculador precoz, lo primero que hay que decirle a esa mujer es que ha elegido a ese hombre porque le convenía. Lo segundo, es que, al anularla sexualmente, su amante expresa de forma indirecta su rabia hacia las mujeres. He ahí el origen de su eyaculación precoz. Pero esa mujer alimenta, a través de ese amante, su propia rabia contra los hombres al elegir una pareja que la hace sentir insatisfecha. Por supuesto, esa mujer nos responderá que no tenía ni idea, pero la cuestión es que continúa sufriendo por su relación. Esta situación le conviene y, si aceptamos que el inconsciente todo lo sabe, en cierto modo ella es cómplice de lo que le pasa.

A esta mujer, cuyo marido tardaba solo veinte segundos en eyacular, le aconsejé que hiciera el amor acompañada de un cronómetro para saber exactamente cuánto tiempo tardaba su marido en tener un orgasmo. Ese era el primer paso. La mujer tenía que ordenarle que le hiciera el amor, pero con una condición: «Tienes que eyacular a los diez segundos, no a los veinte»; es decir, tenía que ponerle en tal estado de tensión que se viera obligado a eyacular antes que de costumbre. Tenía que darle esa orden y, en el momento en el que él la penetrara, empezar a insultarlo. De este modo, ella se permitiría expulsar su rabia contra los hombres, y como su marido estaba obligado a eyacular lo más rápido posible, no lo haría para que su mujer se quedara insatisfecha. Efectivamente, durante la realización del acto, tardó media hora en eyacular.

El incesto es una constante que se encuentra en un gran número de árboles genealógicos. Por lo general, en una pareja, uno de sus miembros reproduce conductas de su padre o de su madre. La sutileza reside en el hecho de que a veces el hombre puede reproducir el comportamiento de su madre y no el de su padre, y viceversa para la mujer. A menudo, he visto en árboles genealógicos mujeres que se casaban con hombres que tenían el nombre de su hermano preferido o el de su padre. En la mayoría de los casos, estas mujeres son frígidas, ya que siguen ancladas a la culpa de ese deseo incestuoso. A una paciente le aconsejé que hurtara la ropa sucia de su padre y que vistiera con ella a su amante para hacerle el amor. Solucionaría su frigidez porque, a través de su amante, aceptaría el desplazamiento del incesto con su padre sin cometerlo realmente, sino realizándolo de manera metafórica con el fin de liberarse de él. Ya no lucharía contra su deseo, sino que lo asumiría de manera plenamente consciente en el marco de un trabajo terapéutico que consistiría en la realización de su fantasía de manera metafórica. Si se da el caso de que el padre ha muerto, para realizar el acto le pediría que imprimiera una foto de él en una camiseta con la que se vestiría su amante.

Otro elemento que he usado mucho en Psicomagia son los cementerios. En el caso de un paciente que no había podido expresar toda su rabia a una persona fallecida, me atreví a mandarlo a defecar en su tumba. Este acto se vive como una liberación de la rabia, de lo que se calla. He aquí una carta del paciente: «Tenía que hacer un acto en la tumba de mi abuela posesiva, que se encontraba en un pueblecito de la Bretaña donde ella tenía su gran casa. Pensé que, como pasara alguien mientras hacía mis excrementos, iba a acabar directamente en la cárcel. Y, efectivamente, cuando llegué, había un montón de gente en el cementerio, ancianitas bretonas que ponían flores en las tumbas; pero quince minutos más tarde ya no había nadie y pude tranquilamente realizar mi acto».

Cuando se lleva a cabo el acto, se produce una transformación en el paciente: aunque este crea que no puede hacerlo, la realidad se presta al cambio y se adapta. Las óptimas condiciones externas se presentan inesperadamente. Se produce una conexión mágica, la realidad colabora con el sanador.

Un caso muy común es la inversión de los arquetipos, es decir, la madre más bien masculina y el padre con tendencia a la feminidad, lo cual puede causar ciertos problemas en sus hijos. En este caso, para actuar sobre el inconsciente, debo volver a poner los arquetipos en su sitio, y el método que utilizo es el siguiente: el paciente invita a sus padres, pero la madre se viste de hombre y el padre de mujer. Deben cambiarse de ropa delante de él y recuperar sus identidades.

Hay otro problema que se repite: mujeres con reglas dolorosas. Es el sufrimiento de una feminidad rechazada. Les pido que utilicen su sangre menstrual como herramienta de creatividad y de placer, y que se hagan un autorretrato con ella.

En el caso de mujeres que no tienen la regla, les prescribo que, durante varios meses, imiten un ciclo menstrual, al final del cual, meterán sangre artificial en sus vaginas para simular el periodo y así, por medio de la imitación, regularán sus cuerpos.

El teatro es real para el inconsciente; así pues, si se interpreta teatralmente una dificultad, esta tiene lugar en la realidad y se puede actuar directamente sobre esta concretización.

He aquí un ejemplo: a una joven, cuya familia se reunía cada mes para comer, la llamaban loro cada vez que hablaba. Le pedí que, en la siguiente comida, se presentara delante de todos disfrazada de loro. Este acto liberador, consistente en exteriorizar las descripciones que sufrimos haciéndolas visibles a sus autores, causó una auténtica conmoción en su familia.

Otro ejemplo: aconsejé a una mujer, a la que su madre trataba como si fuera una niña, que fuera a verla vestida de niña y que llevara una maleta. Tenía que desvestirse delante de ella y, una vez que estuviera completamente desnuda, sacar de su maleta un vestido atractivo y una peluca voluminosa para metamorfosearse en una mujer seductora.

Otra ley de la Psicomagia afirma que para obtener algo que nunca nos fue concedido, conviene vivirlo de manera metafórica.

En mi libro Metagenealogía, explico el papel primordial del parto en el nacimiento. He utilizado la Psicomagia para devolver al paciente información que le faltaba en su desarrollo y en su plenitud emocional.

Tenemos el derecho fundamental a nacer de unos padres que se quieren, nuestra concepción debe ser fruto del orgasmo del padre y de la madre. Tenemos derecho a ser esperados, a no tener el sentimiento de ser una carga, a tener un padre que esté pendiente de nuestra gestación, una madre que esté tranquila durante el embarazo, y a salir del vientre materno, no como si fuéramos un tumor, sino como una ofrenda. Tenemos derecho a ser recibidos por nuestro padre y no por el médico, a quedarnos sobre el pecho de nuestra madre sin que se nos corte el cordón umbilical hasta que pase el tiempo necesario para que nos separen suavemente de nuestra madre.

Para introyectar toda esta información he creado el «Masaje de Nacimiento». Este trabajo se practica con personas que tuvieron problemas al nacer; por ejemplo, no haber sido deseados. Si durante el embarazo la mujer carga con este rechazo se lo transmitirá al feto. Y el niño se desarrollará durante esos meses de gestación en el vientre materno con la sensación de que cuando nazca será rechazado. O bien los padres quieren un niño y es una niña, o viceversa. El niño va a simbolizar la decepción confrontada al deseo de los padres. Todos estos miedos provocan partos prematuros, cesáreas, partos de nalgas.

En el ritual del «Masaje de Nacimiento», el acto metafórico se dirige a la concepción para demostrar al paciente que es él quien ha elegido a su padre y a su madre. Declara a sus dos masajistas: «Tú eres mi padre y tú eres mi madre. No lo sabéis, pero por deseo mío vais a conoceros y a concebirme y a hacer que nazca, porque yo os he elegido».

Lo primero que hacen los masajistas es devolver a la persona, totalmente desnuda, a su estado fetal. A continuación, se la coloca entre las piernas de la madre sustituta bajo una sábana tibia para reproducir el calor del vientre materno, con un cordón de seda que una la cintura de la madre a su hijo, y simbolice así el cordón umbilical.

Los masajistas aúnan sus movimientos para masajear a cuatro manos. En un tiempo reducido reproducen todo el proceso de concepción y de gestación hasta el nacimiento del niño y es la madre quien corta el cordón umbilical.

A través de este parto metafórico, se ayuda al niño a crecer y a convertirse en el adulto que le habría gustado ser, y se le viste con ropa nueva que él mismo ha elegido antes del masaje.

El aborto es también de vital importancia en las historias genealógicas. Una mujer que ha vivido un aborto a veces puede guardar un recuerdo traumático, sobre todo si fue realizado en soledad o en secreto. ¿Qué hacer para curar este trauma?

La mujer debe encontrar una pareja que le sea agradable. Incluso si está enojada con los hombres debido a su trauma, al aceptar la ayuda de esta pareja se le dará la oportunidad de perdonar, al menos, a uno de ellos. Tiene que imaginarse el feto y elegir un fruto que lo simbolice, como un mango o una manzana. A continuación, tiene que llevar ese fruto en su vientre, sujeto por una venda de color carne enrollada alrededor de su cintura. Su compañero tiene que cortar muy despacito esta venda con la ayuda de unas tijeras e imitar el esfuerzo para extraer el feto, como si le costara mucho sacarlo del vientre materno.

Es justo en ese momento cuando la mujer tiene que explicar todo lo que sintió cuando vivió el aborto. Si no se acuerda, le vendrán, cuando realice este acto, gritos o lágrimas. Se ha de dejar la fruta en una caja, a modo de pequeño ataúd, que la madre habrá construido con gran devoción. Se cierra la caja y se elige en la naturaleza un lugar agradable donde poder enterrarla, acompañada de una bonita planta.

Una verdadera interrupción del embarazo debería ocurrir en las mejores condiciones posibles. El hombre debe estar presente y asumir su responsabilidad. No debería ser la historia de una mujer solitaria, sin compañía. La interrupción voluntaria del embarazo debería vivirse con un padre amoroso, bien sea el hombre que la ha dejado embarazada o un amigo que lo represente. En la medida de lo posible, hay que conseguir el feto para hacer el funeral.

Si una interrupción voluntaria del embarazo se realiza respetando las condiciones descritas más arriba, no habrá secuelas para la mujer y ya no sufrirá este acto como violencia corporal en una soledad teñida de vergüenza y arrepentimiento.

Supongamos que una mujer que tiene varios quistes en el útero desea tener un hijo y este no llega. Por lo general, los quistes en el aparato reproductor significan que se está reproduciendo el problema de la madre con respecto a los abortos. Esta mujer habrá acumulado rabia contra su madre, incluso un odio no reconocido que se manifestará en la formación de quistes. El embarazo estará cargado de negatividad porque los quistes pueden de algún modo ser asimilados como fetos abortados.

Vamos a volver el aborto metafóricamente posible y agradable. Aconsejo encargar en una pastelería la elaboración de un bebé de pasta de almendra. Este bebé será modelado como un cohete, con los brazos pegados al cuerpo, y la mujer deberá introducírselo en la vagina y mantenerlo allí el mayor tiempo posible. El acto es incómodo, ¡pero es importante hacerlo! En ese momento, estará capacitada para aceptar la maternidad porque habrá vencido su miedo.

Sigue siendo un gran misterio, pero hay una estrecha relación entre los abortos espontáneos y las muertes violentas como accidentes, suicidios o asesinatos acontecidos en generaciones precedentes. De algún modo, el aborto espontáneo reproduce simbólicamente una o varias muertes brutales, como si, por arte de magia del inconsciente, esa muerte reivindicara su derecho a ser reconocida. Según esta interpretación, hay que descubrir en el árbol genealógico del paciente a quién corresponde ese aborto espontáneo: a un tío, un hermano, una madre… Sería como la petición del invisible de encontrar la paz, que hay que cumplir honrando al difunto y después yendo a su tumba para limpiarla, depositar en ella unas flores y rezar.

En lo que concierne a los niños nacidos muertos, se los puede entender como un boceto de la naturaleza similar al esbozo de un cuadro antes de realizarse la obra final. Si esto no ocurre con el primogénito, sino con el segundo hijo, hay que considerar el organismo materno como un asesino en su deseo inconsciente de eliminar el feto, y habría que investigar si no habrá una voluntad profunda e inconsciente de hacer desaparecer a un miembro de la familia. En el caso de una mujer que sea hija única, podría, por ejemplo, a través de sus órganos, interiorizar la aspiración secreta de su madre a eliminar a uno de sus hermanos o hermanas.

En mi estudio sobre los abortos espontáneos he podido constatar una ley. Cuando la madre reprimía el deseo de abortar, esta pulsión proscrita se manifestaba en abortos inconscientemente intencionales, disfrazados de abortos espontáneos. Si entre sus antepasados, la madre, la abuela o la bisabuela habían tenido varios hijos, la transmisión directa de inconsciente a inconsciente conducía a la paciente a obstruir sus ovarios para respetar la orden inconsciente de no dar a luz por medio de abortos espontáneos. Si la paciente se siente culpable de asesinato, no lo es en absoluto. En realidad, está siendo más bien objeto de posesión corporal por parte de una o varias mujeres de su Árbol Genealógico. De este modo, la muerte de los fetos puede significar culpabilidad por un deseo incestuoso de la mujer. Eso suele ocurrir a menudo con mujeres que tienen una fuerte fijación con el padre. La mujer paga ese pecado autocondenándose cuando está embarazada a través de la eliminación del hijo que, inconscientemente, cree haber tenido con su padre.

Para algunas personas, el hecho de perder dinero puede vivirse de manera tan trágica como la pérdida de un feto, ya que en ambos casos esto suele estar relacionado con un problema de creatividad.

No todos tenemos el mismo dinero, eso hay que entenderlo: cien dólares en nuestro bolsillo no es lo mismo que cien dólares en el bolsillo de otro. Según el Árbol Genealógico, podemos concebir el dinero como algo sucio, o idealizado, o menospreciado. Si provienes de una familia rica, en la que se vive de herencia en herencia, tu creatividad se verá afectada porque no sabrás crear tu propio dinero y tendrás problemas a la hora de ganarlo. Si no creas tu propio dinero, vivirás siempre de la creatividad de tus padres. Eso no es «dinero adulto», sino el dinero que un niño recibe como si fuera un juguete.

A los pacientes que provienen de familias pobres, les pido que peguen debajo de cada zapato una moneda de oro para que caminen siempre por encima de la riqueza. A veces recomiendo un masaje con dinero, en el cual la persona es masajeada de la cabeza a los pies con billetes para que su poder sea absorbido por la piel.

En el caso de las personas que, a causa de los problemas económicos de sus padres, tiene la sensación de no haber tenido infancia, ¿cómo hacer para recuperar esa carencia?

Le pregunto al paciente lo que para él supondría una importante suma de dinero y si podría disponer de ella. Cuando por sí mismo reúne dicha cantidad, le recomiendo que vaya a un casino y que se juegue ese dinero. La consigna es estricta e inapelable: «Ve y juega hasta perderlo todo. Si ganas, continúa jugando hasta perderlo todo, te lleve el tiempo que te lleve». De esta manera, el paciente aprenderá a jugar por placer y se permitirá perder. Esto servirá de acto de reparación con respecto a su infancia.

Una de mis pacientes apostó dos mil dólares. El problema es que ganó una suma de dinero tan grande que, en un momento dado, no se le permitió seguir apostando. En los días siguientes a esa ganancia que ella había conservado, ocurrió un problema familiar y se vio obligada a pagar una cantidad de dinero a su hijo que se correspondía exactamente con lo que había conseguido en el casino.

Este es el caso más extremo que he tratado: un hombre al borde de la locura había visto cómo su padre y su madre explotaban a causa de una bomba escondida en su coche durante la guerra de Argelia. Los odiaba tanto que había sentido un inmenso placer cuando esto había ocurrido. Inconscientemente, sufría una culpa extrema. ¿Cómo salir de ahí?

Le pedí que estimara la cantidad de dinero de la que podía disponer para su sanación y que invirtiera ese dinero en joyas. A continuación, que volviera al lugar de la explosión y que las enterrara allí. Aquello solucionó completamente su locura. Utilicé su culpa obligándolo a ponerle un elevado precio con el fin de que se liberara de ella pagando. Si somos conscientes de haber hecho daño a alguien, es necesario hacer un regalo, ya que este supondrá un acto de reparación.

Una mujer que llevaba puestas joyas de valor vino a verme, muy preocupada: «Me han estafado trescientos mil francos. Ese dinero pertenecía a mi padre y un estafador me prometió que lo haría rentar… Y yo me fie de él. Ahora está en prisión. ¿Qué puedo hacer para recuperar mi dinero?». Yo le respondí: «Ese dinero está en ti, tienes que aprender a ganar trescientos mil francos. Tienes que reconocer tu propio valor y no considerarte en función del dinero de tu padre. No has perdido nada… ese dinero no era tuyo y ese hombre, al robarte, te ha hecho un favor. Tienes que enviarle una carta en la que ponga: “Te lo agradezco profundamente, porque al despojarme de lo que no era mío, me has permitido ser yo misma y desempeñar un oficio para conseguir mi autonomía financiera. Muchas gracias”. Y añades al correo una bonita muñeca como regalo. Con este acto, le entregas tu niña interior, y luego abres una tienda con la que fácilmente recuperarás esa suma».

Reproduzco mi conversación con otro paciente también relacionada con el dinero:

—He tenido un importante problema financiero, gano dinero, pero sigo teniendo deudas. Además, mi padre ha muerto… ¿Qué puedo hacer?

—Antes de nada, veamos qué significa esa deuda. Endeudarse es una forma indirecta de expresar que le debemos algo a alguien. Pero en tu caso, no eres tú el que debe algo, es a ti a quien se lo deben. Como el dinero es fálico, va a simbolizar el dinero del padre e indicar que tu padre está en deuda contigo. Estás reclamando la comunicación que no tuviste con él. Tienes que hacer una fotocopia de todas tus deudas, meterlas en una caja, ir a la tumba de tu padre y dejarlas allí, acompañadas de una corona funeraria realizada con las hojas de un árbol que debes pintar de dorado. Terminarás tu acto diciendo: «Y ahora ¡hablemos! Voy a decirte todo lo que he echado de menos». De este modo, empezarás a saldar tus deudas.

—No tengo sitio para pintar las hojas de los árboles. ¿No podría sustituirlas por unas bonitas flores amarillas?

—¡No sería lo mismo!

Una tercera ley de la Psicomagia dice que el inconsciente tiene que aprender a obedecer. En Psicomagia, a menudo la primera reacción de la persona es la que yo llamo «fase de regateo». Propongo un acto muy concreto y el paciente trata de adaptarlo a su manera.

Cuando uno se compromete con un contrato en Psicomagia, hay que exigir que se respeten todos los detalles sin discusión. El acto en cuestión tiene que hacerse al pie de la letra, ¡si no, no funciona! Aunque a veces actúo al revés: doy un consejo tan difícil, o que roza lo imposible, que el paciente prefiere aceptarse tal cual es. Fue así como a un hombre que rechazaba su calvicie le sugerí un remedio infalible para que le creciera el pelo: untarse la cabeza con un kilo de excrementos de rata. La terapia condujo no a que le volviera a crecer el pelo, sino a la aceptación de su calvicie.

Traté a una mujer frígida que no soportaba que su amante le tocara el culo. Ella había sido violada analmente y seguía obsesionada con ese trauma. Le pedí que comprara en un sex shop un falo del tamaño del que ella recordaba en su violador, y que con ese falso falo penetrara a su amante… El problema se solucionó. Su amante aceptó porque es evidente que un hombre que está con una pareja que no siente placer expresa así su desprecio por la mujer y eso le conviene.

Durante la relación sexual, la mujer tenía que sacar toda la rabia acumulada insultando a su pareja. En un momento dado, debían irse al campo, hacer el amor y, cuando la mujer notara que se estaba excitando, pero sin llegar a alcanzar el orgasmo, tenía que encender la mecha de una bengala, que habría preparado cuidadosamente para la ocasión, y ver como estallaba el orgasmo fuera de sí misma. La introyección mental de este ejemplo le permitiría sanar y alcanzar el orgasmo.

También se pueden proponer actos menos complejos, como el de una mujer frígida que debía frotarse todo el cuerpo con la foto de una actriz a la que consideraba un emblema de la seducción femenina. Es un proceso de integración que tiene como fin que la piel absorba la capacidad de seducción de la actriz.

Yo no sano en función de principios morales que actúan en términos de faltas o de pecados. La santidad no es terapéutica, en el sentido de que, si estamos sometidos a prejuicios religiosos, se oculta el lado oscuro de la psique y se niega la realidad del problema. Si yo noto que un paciente alimenta un deseo de matar al padre, no consiste en ahogar esa pulsión, sino en darle la autorización de vivirla metafóricamente. Por tanto, tendrá que comprar un gallo, degollarlo, cocinarlo y comérselo con unos amigos. La rabia desaparecerá…

Una mujer vino a expresarme hasta qué punto se sentía sola. Generalmente, esa soledad exterior disimula un pacto secreto infantil que consiste en vivir en pareja interiormente con alguien prohibido. Por ejemplo: «Papá, te querré toda la vida, solo estaré contigo…». La persona respeta este acuerdo y se condena a la reclusión en una afiliación emocional fantasmática.

He aquí mi acto de Psicomagia: «Coge un papel pergamino y escribe en el encabezado: “Contrato con…”, citando el nombre de la persona a la cual te sientes unida. Añade: “Prometo que solo te querré a ti toda mi vida…”. Lo firmas con tu nombre y añades una gota de tu sangre. Enrollas este pergamino, lo quemas en el lugar que elijas y luego plantas un vegetal sobre sus cenizas. Te retiras diciendo: “A partir de hoy, vendré una vez al día, durante una semana, a regar esta planta con agua sumamente salada para que no crezca”».

Si después de este acto, finalmente desea encontrar novio, le recomiendo que unte con miel sus labios vaginales y que vaya a un club de tiro. El revólver, por su forma fálica y el ruido de sus detonaciones, se convierte en un órgano de expresión. Sumergiéndola en el mundo de los hombres, haciéndole manipular armas letales, la confronto a su rabia para que pueda liberarse de ella. En este lugar donde reina lo masculino, probablemente habrá algún hombre que se acerque para seducirla…

Para los niños que sufren enuresis, les pido a los padres que pasen una noche con ellos después de que cada uno haya bebido un litro de agua antes de irse a dormir, y los obligo a todos a orinar en la cama. Aquello se convierte en una fiesta y el problema se resuelve.

Un hombre me dijo una vez:

—Siento un fortísimo dolor de estómago que aparece después de haber comido o cuando siento una emoción. La primera vez que se produjo fue cuando me separé de mi pequeñín a raíz de un divorcio bastante trágico. La madre me reprochó hacer juegos sexuales con él por el simple hecho de que se enteró de que nos paseábamos desnudos por casa. Fui separado de mi hijo durante dos años y nunca pude superar ese dolor.

Yo le respondí:

—El ardor de estómago está relacionado con la rabia que sientes contra esa mujer que te separó de tu hijo, pero no es más que la trasposición de tu rabia infantil respecto a tu madre. ¿Ella te dio de mamar o no?

—Me dio de mamar, pero nunca fue tierna físicamente conmigo.

—Entonces realmente nunca te dio el pecho, ya que vivió esa relación sin amor. Aquí tienes un acto para recuperar esa información, que es la fuente de tu sufrimiento. Tienes que ser amamantado con caricias y ternura. Su leche era indigesta porque esa falta de amor la quemaba a la altura del estómago y tú reproduces ese ardor. Experimentabas el rechazo materno a través de su leche. Tienes que pedir a tu amante que se ponga unos pechos falsos llenos de leche concentrada azucarada y tienes que mamar mientras haces el amor con ella.

Muchas veces me han preguntado cómo identifico la naturaleza del problema que será la fuente del acto que voy a proponer cuando se acude a mí. Las personas, generalmente, piensan que tienen un problema individual cuando en realidad acarrean un problema genealógico. Es a través de los meandros de la leyenda familiar en toda su filosofía, en sus concepciones morales y religiosas que establezco los puntos de conexión. La programación del Árbol actúa sobre el inconsciente como una flecha y, cuando la flecha se lanza, no se la puede desviar de su objetivo. El inconsciente tiene el deber de llevarlo a cabo como una orden a la que la persona tiene el deber de responder. La neurosis familiar tiene automáticamente una finalidad autodestructiva y la Psicomagia empuja al paciente a su consecución mediante un acto metafórico con el fin de satisfacer al inconsciente. Si el individuo siente la necesidad de matar a sus padres, tiene que reconocerlo y asumir la responsabilidad de lo que siente para poder desarticular su deseo. La sanación del Árbol es dotarse de los medios necesarios para ejecutar metafóricamente una programación autodestructiva.

El Árbol Genealógico es una herramienta terapéutica que pone en evidencia todas las formas de posesión psíquica transmitidas a través de generaciones, tomando como referencia los nombres, las fechas de nacimiento y de muerte, el curso de una enfermedad, los conflictos, las traiciones, los divorcios, los abusos, los fracasos, los suicidios, las angustias económicas, etcétera. Un proceso de repeticiones que el paciente vive como un laberinto. La Psicomagia, sin embargo, es un paso al acto metafórico que permite actuar sobre la realidad y transformarla.

En la Psicomagia, el paciente se convierte en su propio sanador. Parto de la base de que es antiterapéutico dar una solución. Es necesario que la persona se cure por sí misma, y que lo haga de tal modo que se convierta en su propia maga, en su autoterapeuta. Cuando alguien actúa por ti, el poder de sanación queda destrozado, en el sentido de que hay una pérdida de identidad por el hecho de que nos dejamos penetrar por una identidad de sustitución, lo cual es patológico. Es nuestra propia identidad la que debe salvarse, y es por ello por lo que el paciente debe convertirse en su propio maestro. Es la diferencia entre dar una receta de cocina a alguien y servirle un plato ya cocinado. La Psicomagia emite una receta constituida por todos los actos que hay que realizar, y el paciente debe hacer todo lo posible por respetarla al pie de la letra. Ello exige voluntad de sanación, búsqueda, interés por hacerlo. La persona va a dividirse en dos: la enferma y la sanadora, y es entonces cuando la sanación comienza. Desde el momento en que la persona se pone en actitud de realizar el acto, ya hay una parte de ella que está salvada. Es el sanador quien aparece en su interior.

Trabajé con una mujer cuya madre había sido asesinada a hachazos por una criada. Le pedí que realizara un estudio minuciosamente detallado de diferentes hachas con el objetivo de que pudiera llegar a un significado positivo y mítico del hacha. Por medio de esta iniciación, pudo limpiar el objeto del drama, exaltarlo y vivir inconscientemente esa transformación.

La sublimación alimenta la transformación; el elemento de muerte se convierte en un elemento de vida.

Se me ha preguntado qué pensaba yo sobre el trauma verbal en el Árbol. Cada palabra es un peligro en sí misma si no se toma conciencia de la influencia directa que tiene sobre el inconsciente. Voy a coger como ejemplo un terapeuta que, dirigiéndose a uno de sus pacientes, le hizo esta observación: «Tienes el índice demasiado largo». Al día siguiente, la persona se hizo daño en ese índice al hacer bricolaje con una sierra. Jamás debería haber utilizado la palabra demasiado: habría sido preferible cambiarla por muy. «Demasiado largo» es una crítica; «muy largo» es una constatación.

Prescribí un acto de Psicomagia a un hombre que no podía disfrutar de la vida por lo mucho que su madre lo había agobiado con predicciones negativas: «Nunca llegarás a nada… ¿Quién te va a querer? ¡Qué torpe!». Tenía que apuntar en una hoja de papel todas las frases que lo hubieran herido y pegarlas en su cuerpo desnudo. A continuación, uno de sus amigos tenía que despegarlas una a una lo más delicadamente posible.

¿Cuál es la resistencia que se opone a la realización del acto? La neurosis, al igual que el sufrimiento, es una atadura, ya que es la expresión de una petición de amor insatisfecho. A través de esta fijación, se forja una falsa identidad. Aceptar el proceso de sanación es apartarse de la petición de amor y de la falsa identidad ligada a esa petición. Al principio no se logra visualizar otra forma de ser, y encontrar la verdadera identidad genera angustia. Esto es debido a una falta de experiencia que no tiene nada que ver con las palabras. Al no haber vivido esas experiencias en la infancia, uno se encuentra totalmente desprovisto de los medios para salir adelante.

La Psicomagia restablece la información inicial y nos conecta con nuestro ser esencial. La enfermedad no es otra cosa que el extravío con respecto al ser esencial, que nos hace pasar por lo que no somos. Vivimos una especie de comedia asfixiante donde nos obligamos a conductas, ideales, oficios, relaciones sin amor; es decir, a una conminación repetitiva impuesta por el Árbol: «No seas lo que eres, sé lo que nosotros queremos que seas, es decir, lo que no eres». La sanación debe devolvernos al presente. Las personas enfermas psíquicamente se distinguen por vivir en el futuro o en el pasado, pero nunca en el momento presente. No siendo ellas mismas, como ausentes de su presente e ideando planes para llevar a cabo en el futuro como objetivos inaccesibles, viven en un estado patológico de autodestrucción. El paciente no viene para curarse, sino para encontrarse a sí mismo.

Las preguntas que hay que hacerle son: «¿Cómo se siente? ¿Le gusta lo que es? ¿De verdad le gusta lo que le gusta?». Debe sumirse totalmente en aquello que le hace daño para después poder avanzar. Hay que apurar el cáliz hasta las heces si se quiere alcanzar la elevación.

La metáfora es la herramienta con la que debemos trabajar. El ser humano enfadado es como un niño. Su deseo es como la trayectoria de una flecha que habría sido disparada y que nada puede detener. Si siente la necesidad de cortar la cabeza a alguien, es necesario que el psicomago le proporcione los medios para que su flecha alcance su objetivo recurriendo a la metáfora. Esa metáfora es tan real y verdadera como la realidad misma.

El cuerpo consciente absorbe de este modo el valor de la metáfora brindada por el inconsciente. Si hay un hijo que siente la necesidad de liberarse de la autoridad de su padre (al que afirma querer matar), superará su sufrimiento pasando al acto metafórico de la decapitación de animales en una granja de pollos.

De todas formas, hay que decir que, a menudo, la gente que viene a pedirme ayuda no ha logrado definir claramente el mal que es fuente de su dolor. El paciente desconoce en qué consiste su verdadera angustia. Esto resulta evidente cuando a veces le pido a alguien que se imagine que soy un mago que va a concederle un deseo. Ahora bien, es precisamente en ese momento cuando se ve que la persona no sabe cómo abordar su problema, se va por las ramas y no sabe cómo formular su pregunta. A veces es necesario aferrarse a la metáfora que se desprende del lenguaje, volver a las expresiones empleadas por el mismo interesado.

Así, una joven que se quejaba de la actitud que adoptaba cuando se encontraba delante de hombres se expresaba de este modo: «No tengo cojones». El remedio consistió en proporcionarle esos atributos que parecían faltarle. Por consiguiente, le aconsejé que se fabricara un pene con billetes de banco enrollados a lo largo, acompañados de dos bolas de relajación, que se lo metiera en las bragas y que se paseara así por la calle. Hay que entender que este enfoque que propongo permite modificar la realidad, dar fuerza viril gracias al imaginario.

El método de la simulación es igualmente un medio para llegar a los nudos homosexuales que hay en nosotros. Cojamos el caso de esa mujer que aceptaba que se la acariciara por todas partes salvo en el culo. En realidad, se trataba de una reacción de defensa ante una violación anal no reconocida que su padre le había hecho sufrir cuando era más joven. Al ser el padre presa de un nudo homosexual, su hija solo podía satisfacer este deseo mediante la penetración anal. De este modo, ella reprimió sus reacciones propiamente femeninas para agradar a su padre. Se masculinizó. Así que seguía evacuando esa rabia reprimida adoptando el papel y el sexo del padre. A esta mujer le pedí que rehiciera, que retomara por su cuenta, los gestos a los que la habían sometido. Porque el acto hace reaccionar y modifica el comportamiento.

La falta de relación afectiva puede ser vivida como una mutilación y hay que estar preparado. Esto ocurrió con una mujer cuyo marido estaba gravemente enfermo del corazón. No sabía cómo preparase para el duelo y expresaba su sufrimiento cuando a veces soñaba que mataba a su esposo. Podía imaginarse esa muerte y aceptarla, pero era incapaz de vivirla realmente. Necesitaba prepararse para esa desaparición. Siguiendo mis consejos, colocó una foto de su marido, así como su carné de identidad, en una caja de cartón que hacía de ataúd y lo enterró todo. Tiempo después su marido, efectivamente, falleció. Esta mujer estaba lista para enfrentarse a la ausencia del marido que, a partir de entonces, ya no estaría a su lado.

Parece que cuanto más difícil de ejecutar es el acto propuesto por el psicomago, más posibilidades hay de que sea eficaz.

Para que una madre y su hijo dejen de depender el uno del otro, le aconsejé a una mujer que fuera a Estados Unidos (esfuerzo físico de desplazarse, esfuerzo financiero de pagar el billete) y que se encerrara durante veintidós días con su hijo en la habitación de un hotel. La apertura hacia el mundo exterior debía ser progresiva (correr las cortinas, recibir noticias, darle de comer, luego destetarlo, etcétera). La magnitud del esfuerzo, el gasto de dinero y los sacrificios que requiere la realización de un acto es una parte fundamental para llevarlo a buen término. Hay que dar para recibir.

También hace falta tener fe, solo se puede curar a aquel que quiere ser curado. Si uno de tus pacientes cree estar poseído por alguien, por un diablo, un fantasma maléfico, una maldición, por el miedo constante a la pérdida de la razón, etcétera, puedes probar a liberarlo a través de una ceremonia de soplidos si el paciente tiene fe en tu poder terapéutico.

Vas a contraer los labios y a expulsar aire intensamente imaginándote que así expulsas del cuerpo del poseído cualquier entidad invasiva. Soplas sobre la persona comenzando por la parte alta de la cabeza. Soplas enérgicamente sobre su pelo para eliminar la angustia que lo atenaza. Después te colocas delante del poseído y sigues soplando: en su cuello, en sus orejas, en sus fosas nasales y en su boca abierta. Asimismo, mientras le pides que cierre los ojos, le soplas por toda la cara y después en la nuca. Le coges del brazo sin dejar de soplar y de vez en cuando repites estas palabras: «¡Fuera!» y «¡Vete!». Apóyate en su brazo para hacer que levante la pierna izquierda. Después pasa a la pierna derecha. Sóplale de este modo por todo el cuerpo: desde el pecho hasta acabar en la espalda. Termina soplándole en la planta de sus pies descalzos. Entonces, con una tiza blanca, dibuja un círculo en el suelo alrededor del cuerpo del paciente. A continuación, con una esponja y agua, bórralo todo diciendo: «¡Eres libre! ¡Absorbe las fuerzas telúricas! ¡Que esta fuerza suba hasta lo alto de tu cabeza! ¡Tiende tu ser a todos los rincones del mundo! ¡Únete a las estrellas!».

Así es como termina el ritual de acceso al mundo psicomágico, con el paciente liberado de sus obsesiones. Solo entonces puede dar comienzo la fase de sanación.

Una mujer de largas uñas pintadas de rojo tiene el problema de «ganar su dinero con los hombres»… Me dice de manera velada que los hombres la mantienen y que ella quiere un acto de Psicomagia para poder trabajar sin necesidad de explotar sus atractivos sexuales. Le pido que consiga una gran concha marina. Que la llene de tierra, que plante ahí diez granos de trigo, que se corte las uñas y las entierre también ahí. Con agua bendita conseguida en una iglesia, deberá regar lo que plantó, hasta que los granos germinen y crezcan diez plantitas. Cortándose las diez uñas, ella realiza el acto. Ha comprendido que esas uñas tan largas son un símbolo de sus manos, que no trabajan.

Michel debe tener 58 años, quizá menos, es calvo pero usa una peluca. Yo le he pedido que al llegar al curso se la quite y reciba la clase con el cráneo descubierto… Así lo hace. Comienza a quejarse. «Todo está en crisis. No sé lo que me va a pasar. Muchas cosas tremendas me suceden al mismo tiempo»… Tan preocupado está que parece a punto de llorar. «Por fin me separo de mi mujer: vamos a vivir en lugares distintos, es algo complejo y doloroso esta separación, ella puede morir, suicidarse, y yo no sé cómo me voy a sentir… Además, la economía va mal… Tuve que ir al banco y pedir un gran préstamo. No sé cómo lo voy a pagar…».

Le respondo: «Ten la bondad de repetir ante el grupo (somos 32 personas) todo lo que acabas de decir, problema por problema. Antes sal de la sala y vuelve cuando te llamemos». Mientras él está afuera, me pongo de acuerdo con el grupo. Lo llamamos. Michel comienza: «Me mostraré así, calvo ante mis colaboradores y clientes. No sé lo que va a pasar. Me preocupa…». Todos reímos a carcajadas y lo aplaudimos. «Me separo de mi mujer». Reímos, aplaudimos y gritamos: «¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!». «La economía va mal… No sé como le voy a pagar al banco…». Todos reímos a carcajadas, gritamos: «¡Muy bien!». Aplaudimos.

Michel se pone a reír. Se ha dado cuenta de que está haciendo exactamente lo que quiere hacer y que su drama es, en realidad, una fiesta.

En uno de mis cursos de Metagenealogía, un hombre entra en crisis y comienza a presentar síntomas de angustia, temblores, contracciones y ahogo. Nadie lo puede calmar. Su ataque cesa inmediatamente después de que, con mucho trabajo, le saque del dedo anular su alianza.

En un curso del Tarot de Marsella veo que Daniel lleva unos calcetines viejos y sucios. Le tomo el pie derecho, se lo acaricio, me quito uno de mis calcetines (nuevo y limpio) y se lo pongo a él. Llora. Luego tiene un acceso de cólera al recordar cómo sus padres lo descuidaron cuando era niño.

Muchas veces mi hijo Brontis habla del oso que le hice enterrar cuando se vino a vivir conmigo a los seis años de edad. Ese oso, se lo había regalado yo cuando tenía tres y su madre y yo nos separamos. En mi película El Topo le digo: «Hoy cumples siete años. Ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu difunta madre». Después de filmar esta escena, cometí el error de dejar el oso y el retrato enterrados. Cuando Brontis cumplió veinticuatro años, me confesó: «Para calmar el gran sufrimiento de haber perdido mi oso y el retrato de mi madre, me imaginé que las hormigas irían a vivir en el oso, bien acompañadas por Bernardette». Intentando reparar mi error, enterré en el jardín de nuestra casa un oso de peluche, al que acompañé con una foto de Bernardette, la madre de Brontis. Me vestí con un traje de cuero negro (como El Topo) y le dije a Brontis (desnudo como en la película): «Al cumplir siete años tienes derecho a ser un niño. Desentierra tu primer juguete y el retrato de tu madre». Toqué la flauta mientras él desenterraba la fotografía, esta vez con colores, ya que la película está rodada en blanco y negro, más el oso convertido en un ejemplar delicado y suave… Comenzó a llover. Como en El Topo, guie a Brontis agarrado a mi espalda mientras yo imitaba la marcha de un caballo. Brontis, con la cabeza apoyada en mi nuca, lloró como un niño agradecido.

Una conferencia psicomágica: Universidad de Jussieu, París (1987)

(Un gran auditorio con gradas separadas por un pasillo central que desciende hasta una mesa muy larga que me hace las veces de escenario.)

Dirigiéndome al público:

—Si alguien me lo pide, quizá pueda darle un consejo sobre la marcha. Nunca lo he hecho en público, porque hay que concentrarse en el Árbol Genealógico del paciente, pero probemos. Así podréis ver la Psicomagia en acción.

(Un estudiante se anima a hacer la primera pregunta.)

—Desde hace tiempo, me pasa que me muero de hambre. A veces llego a ser creativo, a estudiar, pero… El estómago, uh… Siempre llega un momento en que… un momento en que empiezo a pasarlo demasiado mal si no como.

—Pues este es mi consejo: visto que tienes miedo de que te falte la comida, busca una nodriza que esté dando el pecho a un niño y págale para que te dé el pecho durante siete días. ¡Vive siete días de la leche de esta niñera! Entonces tu angustia desaparecerá.

(Reacciones de incredulidad en la sala.)

—¿Por qué este acto?

—Porque el miedo a la falta de alimento es el miedo a la falta de la leche materna. Tiene que superarlo. Veo que estás muy delgado. No fuiste alimentado como debías. Así que tienes que vencer determinadas resistencias respecto al arquetipo materno y respecto a la mujer. Si me escuchas, te verás obligado a comprometerte con una acción, a pagar. Todo eso va a provocar cosas. Vas a tener que encontrar la nodriza, ponerte de acuerdo sobre el precio; vas a tener que apañártelas para encontrarla… Esta acción va a sacarte de tu angustia. Recuperarás la confianza en la mujer y, al mismo tiempo, en tu creatividad, ya que entonces aceptarás tu feminidad interior, tu ánima.

(Una joven un poco burlona.)

—Mi chico me ha enviado una carta diciéndome: «No quiero volver a verte, a no ser que vengas con la lengua fuera, hasta el ombligo». ¿Qué puedo hacer? Yo lo sigo queriendo, pero no puedo dejarme humillar.

—Fabrícate una lengua con tela rosa. Una vez que estés delante de su casa, métetela en la boca y llama a la puerta. Cuando abra, te verá con la lengua colgando hasta el ombligo. Si se ríe, entonces es que te merece. Si te da con la puerta en las narices, siéntete afortunada de romper tu relación con un hombre tan obtuso espiritualmente.

(Una joven muy tímida hace una pregunta en voz muy baja y permaneciendo sentada.)

—Hace varios meses que trato de vender unos trastos de los que me quiero deshacer…

—¡Habla más alto para que todo el mundo te oiga!

—Yo…

—¡Habla más alto! ¡Levántate para que todo el mundo te vea!

—He puesto anuncios…

—¡Levántate! ¡No hables sentada!

—He puesto anuncios y he recibido muchas llamadas, pero…

—¡Más alto! ¡Mira a la gente!

(La joven se levanta.)

—Pero la gente queda conmigo y luego no aparece, por lo que no consigo deshacerme de esos trastos y…

—¿Qué trastos son?

—Unos muebles que tengo y ya no quiero tener.

—Cuando se te pregunta algo, el inconsciente nunca te da la respuesta inmediatamente, porque el inconsciente lo mide todo como una máquina… ¡Dime tu nombre!

—Virginie…

(Dirigiéndome al público.)

—He notado que Virginie no podía hablar de pie, sino sentada en su silla, por lo tanto, en su posesión, en su mueble, y que me hablaba como si yo no pudiera comprenderla. Por consiguiente, he sacado mis conclusiones.

(Dirigiéndome de nuevo a Virginie.)

—Estás hablándole a un arquetipo paternal, te sientas en la silla como una niña. Quieres vender tus viejos muebles porque te faltó un hogar donde hubiera un padre. El deseo de vender muebles viejos es el deseo de salir de la situación infantil de la que eres prisionera. Para poder vender esos muebles, hay que decidirse a colocar un padre en tu vida. Si realizas la venta a través de un padre, creo que funcionará. El día que quieras vender tus muebles, tienes que vestirte como tu padre, crearlo en tu cuerpo, como te imaginas que es. Te paseas alrededor de esos muebles como tu padre. Vives la presencia del padre, aceptas el hombre que hay en ti. ¿A qué edad perdiste a tu padre?

—Con cuatro años.

—Por tanto, es un padre mítico, ese es el problema. Una vez que te vistas de padre, estarás lista para vender tus muebles porque lo habrás creado en ti en lugar de crearlo en los muebles, en tu deseo de tener un hogar con él. Porque precisamente ahí has eliminado a los hombres de tu vida. Tu padre ha sido eliminado y, si me permites decirlo, también el padre de tus hijos. No hay padre en tu vida porque repites el modelo de tu infancia. Por eso te pido que absorbas un padre, que hagas que exista. Entonces podrás vender tus muebles y tu corazón estará en paz.

(Un joven, al fondo de la sala, de pie, en el pasillo central.)

—Por favor… Querría preguntar…

—¡Pregunta!

—Tengo mucha energía, muchísima, pero me cuesta mucho usarla como es debido.

—¿Cuál es tu pregunta?

—¿Qué puedo hacer para canalizar esa energía?

—¡Ponte en medio del pasillo y avanza lentamente hacia mí concentrándote en tu corazón! (El joven comienza a avanzar.) ¡Concéntrate bien! ¡Adelante! ¡Adelante! ¡Acércate y pega tu corazón al mío! ¡Súbete a esta mesa! ¡Bien! ¿Cómo te llamas?

—Bernard.

—¡Bernard, agárrate fuerte a mí! Pega tu corazón al mío. ¡Absorbe mi fuerza! ¡Absorbe! ¡Pega también tu cabeza a la mía! ¡Absorbe! (Este intercambio dura varios minutos.) Bien, Bernard, continúa pegado a mí. Yo avanzaré y tu retrocederás…

(Sujeto fuertemente a Bernard por la cintura, lo levanto y, sin dejarlo y haciéndole retroceder mientras sigue pegado a mí, lo bajo de la mesa y le digo:)

—En este momento, yo represento la fuerza de tu padre. Yo te guío. ¡Ten fe! ¡Déjate guiar! No desconfíes de mí… ¡Retrocede!

(Empujo hacia delante a Bernard, haciéndole retroceder hasta el fondo de la sala. Una vez allí y sin separarnos, le digo:)

—Ahora confía en ti, avanza y hazme retroceder… Acepto que mi hijo me guíe… Hazme bajar… Haz que adapte mi ritmo al tuyo… Bravo, lo estás haciendo muy bien. Ahora súbeme a la mesa.

(Una vez en la mesa, me separo de él.)

—¡Eso es! Ahora has aprendido a conducir a alguien. El hijo puede ocupar el lugar del padre. ¿Cuál era tu pregunta?

—¿Qué puedo hacer para canalizar mi energía?

—Lo que acabamos de hacer ha sido mi respuesta activa: he percibido en tu actitud corporal, en la expresión de tu mirada, en tu tono de voz, que echabas en falta una relación profunda con tu padre. No sabías usar tu energía viril porque no has tenido un modelo masculino. En pocos minutos, mediante el uso de posturas corporales simbólicas, e interpretando el personaje del padre, he podido hacerte sentir que se te veía, que se te comprendía; te he transmitido la fuerza sexual, emocional e intelectual. Te he cedido mi puesto. Te he permitido entrar en mi ser para que te sientas querido, aceptado, y te he dado la oportunidad de transmitir lo que habías recibido. Es decir, la posibilidad de ser tu propio padre, creador… ¿Qué te parece?

—Gracias, gracias, gracias.

(Los alumnos aplauden.)

—¿Alguien más quiere preguntar algo?

(Se levantan muchas manos y varios alumnos hacen sus preguntas, a las cuales, por falta de tiempo, tengo que responder muy rápido.)

—¿Cómo puedo hacer el duelo de una relación amorosa?

—Una mujer necesita ser escuchada. Recorre quinientos kilómetros en coche hablando de tu relación amorosa con una amiga, con la condición de que no te diga ni mu.

—Mi hermano ha intentado suicidarse. No quiere hablar con nadie. ¿Cómo podemos ayudarlo?

—¿Vuestra madre está viva?

—No. Murió cuando éramos pequeños.

—Tu hermano está buscando el arquetipo materno. Como necesita que una mujer lo escuche, puedes acudir en su ayuda escuchándolo sin dar tu opinión. Escribe en un papel de pergamino «Mis opiniones» y pon una gota de tu sangre. Mete esta nota en tu bolsillo izquierdo y guárdala el tiempo necesario para que tu hermano exprese lo que siente sin que tú intervengas de un modo u otro. Te obligas a guardar silencio.

—Conozco un hombre que me atrae a todos los niveles salvo en el plano sexual, ya que no tengo orgasmos con él. ¿Qué puedo hacer?

—Tienes que robarle a tu padre unos calcetines, unos calzoncillos, un pijama y una camiseta. Le pides a tu chico que se vista con toda esta ropa. Tienes que beber un litro de agua, sentarte en sus rodillas y orinar en él. A continuación, tu chico tiene que hacer el amor contigo. De este modo castigarás a tu padre orinándole encima y dejarás que fluya el orgasmo.

—Soy bulímica con el chocolate. ¿Cómo puedo parar?

—La próxima vez que defeques, esparce tus excrementos en unas tostadas y entiérralas en una maceta poniendo en ella una planta aromática. Colocarás la maceta en la mesa del comedor.

—Cada vez que quiero algo, no sé si voy a poder conseguirlo. ¿Cómo resolver esta angustia?

—¿Tienes una hermana?

—Sí, una hermana gemela. Mi madre nunca nos ha diferenciado. Incluso hoy día nos sigue llamando chicas. Cuando éramos niñas, nos vestía de rojo a las dos.

—Si eres tú misma, quieres; pero si eres tu hermana gemela, no quieres. A ella le gustaría tener tu vida, así que te sientes culpable de tener tu vida. ¿Quieres que tu madre os diferencie?

—Llevo años tratando de pedírselo.

—Hazte un disfraz con una mitad roja y la otra mitad como la mujer que desees ser. ¿Cómo te imaginas yendo a una fiesta?

—Con un vestido largo y azul.

—Tienes que hacerte un disfraz mitad rojo, como el que llevabas cuando eras niña, y mitad azul, el de la nueva mujer, con un vestido largo y azul. Vas a visitar a tu madre y le vas a decir: «Una mitad es mi hermana y la otra soy yo». Tendrás preparada otra ropa en tu bolso. Te desvistes delante de ella y le das la parte del disfraz rojo, al tiempo que le dices: «Si quieres, puedes dárselo a mi hermana. Ella se llama Rojo y yo me llamo Azul».

—¿Por qué la vida me resulta tan dura?

—Lo primero que se ve de ti es el quiste de tu frente. Tienes que hacerte una venda de colores muy vivos. Tienes que llevar esta venda en la frente en público. Así tendrás la certeza de que se te mira, porque tu deseo inconsciente es atraer la mirada de los demás, por tanto ¡existe!

—Estudio Psicología y me gustaría tener herramientas comunicativas con mis futuros pacientes.

—Ve a una tienda de artículos de broma y compra las orejas más grandes que encuentres allí. Paséate con esas orejas durante todo un día por la ciudad. La mejor herramienta de comunicación es la concentración en la escucha.

—¿Por qué siento la necesidad de enfadar a los demás y cómo puedo hacer para evitar que esto suceda?

—Es un lenguaje sexual con respecto a una sexualidad que no se puede hacer realidad. Tu rabia es la compensación de un deseo insatisfecho. Hazte unas tarjetas de visita en las que escribirás: «Para comunicarme correctamente, necesito enfadar a la gente que quiero. Gracias». Firmas esta tarjeta de visita y se la das a la gente a la que enfadas.

—Soy un hombre constantemente devorado por la duda. ¿Cómo hacer para liberarme de ella?

—¿Quién te ha dicho a ti que ser mujer significa triunfar, y ser hombre fracasar?

—Mi padre, porque tengo una hermana y ella es su preferida.

—He aquí un acto para recuperar la confianza en ti mismo. Coge una foto de tu padre y plastifícala para impermeabilizarla. Cada vez que vayas al baño, orina en ella. Tienes que hacer este acto cuarenta días consecutivos y, cada vez, tienes que decir mientras orinas: «¡Déjame en paz!». Al cabo de cuarenta días, te sentirás poderoso y podrás rebelarte.

—Me gustaría reconocer mi feminidad creativa.

—¿Qué arte te gusta?

—Hacer mandalas.

—Haz un mandala con tu sangre menstrual.

—No tengo problemas de vista, pero cada vez que me miro en el espejo, mis ojos parecen cubrirse de una especie de densa bruma. ¿Por qué y cómo mejorarlo?

—¡No ver tu propia imagen por fuera es no querer verla por dentro! Tienes que coger una foto de tu madre y pegarla en el espejo de tu habitación. Tienes que poner el despertador a las tres de la mañana y dormirte. Cuando suene, te levantas inmediatamente e insultas groseramente a la foto de tu madre. A continuación, te vuelves a dormir y, cuando te despiertes, llamas a tu madre y hablas con ella por teléfono.

—No entiendo este acto.

—Te lo voy a explicar: te habría gustado ser hombre. ¡No verte es no darte cuenta de tu impotencia, tu castración y tu problema sexual! Insultar a tu madre es insultar a la mujer que hay en ti. Llamar por teléfono después a tu madre es reconocerte como mujer, es decir, recuperar la comunicación contigo misma.

—Gracias.

—Mi padre es un hombre famoso, ¿cómo hacer para que me tenga en consideración?

—Plántate delante de tu padre y pídele que te escuche durante una hora sin decir nada. Por otra parte, habrás hecho trescientas fotocopias de una foto tuya y, al tiempo que le hablas, le pondrás tus fotos por todas partes: en sus bolsillos, en sus zapatos, en su cabeza… ¡Finalmente te va a escuchar y a ver!

—¿Qué tengo que hacer para ser más organizado y poder asumir una conversación que me angustia sobre dinero con el hospital?

—La falta de organización simboliza la ausencia de padre. Tienes que coger a tu novio y pedirle que te eyacule en la espalda. Que esparza su esperma por toda tu columna vertebral, desde la nuca hasta la parte baja de la espalda, y déjalo secar. Ponte ropa de franela y entabla tu conversación en ese hospital. De este modo tendrás la estructura del padre para poder hablar de negocios.

—Siento deseos homosexuales, ¿debo dejarme llevar o debo suicidarme?

—Si tu madre no deseó quedarse embarazada, si quería abortarte, tendrás una tendencia a la autodestrucción, respondiendo a su deseo de que desaparezcas. Estás bajo la presión de la neurosis materna. Tienes una naturaleza femenina que debes dejar vivir. ¿Cuando naciste querían que fueras niña?

—Sí, mi hermana murió antes que yo. Yo debía sustituirla.

—Compra en una carnicería un cordero muerto. Una amiga tiene que frotarte con él todo el cuerpo. A continuación, tienes que abrazarlo con firmeza y tu amiga tiene que tratar de arrancártelo violentamente de los brazos. Defiéndete con todas tus fuerzas. Cuando ella consiga quitártelo, envuelve el cordero en una bolsa negra y entiérralo. Finaliza tu acto colocando una planta floreciente. De este modo enterrarás metafóricamente a tu hermana y te sentirás libre.

—Mi padre fue muy duro conmigo. No paraba de criticarme. Estoy obsesionada con él y continúo obedeciéndolo incluso muerto. ¿Qué puedo hacer para liberarme?

—¿Qué te decía?

—Me llamaba inútil, fea, tonta, mujer incapaz…, al igual que el resto de las mujeres…

—Coge dos pergaminos. En el primero, apunta todas las programaciones negativas que tu padre te soltó, y en el segundo, justo lo contrario: chica para todo…, guapa…, inteligente…, capaz de todo… Ve a su tumba y quema el pergamino negativo. Recoge las cenizas y con ellas frota el pergamino positivo, diciendo: «¡Te devuelvo todo esto!». Lo quemas todo y disuelves las cenizas en una botella de vino que vertirás sobre la tumba.

—Mi novio y yo acabamos de mudarnos a la casa de su difunta abuela… y noto que la energía no es buena. No nos sentimos en nuestra casa.

—Colocad incienso en todas las habitaciones de vuestra casa y quemadlo a la vez. De este modo, la casa se purificará. A continuación, en el dormitorio, con la ayuda de una brújula, estableced los puntos cardinales. Después, pinchaos