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Índice

Rosendo Fraga

Prólogo I

Marcelo Longobardi

Prólogo II

Carlos Melconian

Prólogo III

A

Ahorro

Aislamiento

Ámbito

Financiero

Argentinización

del mundo

Atraso cambiario

B

Barones

del conurbano

Blanqueo

 

Bonos

C

Cepo

Coloquio de IDEA

 

Corralito

Corralón

 

Corridas

 

Crisis

con el campo

 

Cultura progre

 

D

Default

 

Deuda externa

 

Devaluación

 

Dólar

 

E

Especulación

Estatismo

F

Fondo

Monetario

Internacional

Fondos buitre

G

Gastolandia

Gradualismo

Grieta

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Epílogo

Ilustraciones

Investigación

Somos nosotros Agradecimientos

Sobre este libro

Sobre el autor

Créditos

H

Hiperinflación

I

Impuestos

Indigencia,

pobreza y

política

Inflación

L

Léxico del dólar

M

Medios

Mesa

de dinero

P

Pesificación

Piquete

Plan Austral

Plan Brady

Plata afuera

Plata dulce

Populismo

Privatizaciones

Progresismo

R

Reforma de la Constitución

Relato

S

Sindicatos

Somos nosotros

Subsidios

T

Tablita

U

Unión

Industrial

Argentina

Uno a uno

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Un toque de distinción

Por Rosendo Fraga

Este libro de Willy Kohan puede ser interpretado como una historia económica contemporánea de la Argentina a través de imágenes. Las fotos comunican con elocuencia.

Al mismo tiempo, es una muestra de cómo sus notas escritas fueron percibiendo acertadamente los dramáticos acontecimientos de las crisis recurrentes de nuestro país, de las cuales parece no salir nunca.

Es así como la inflación y la escalada del dólar acompañan, desde sus inicios, la trayectoria periodística del autor, quien ha sabido combinar la información y el análisis con la interpretación de fenómenos complejos y multicausales.

No es un libro de memorias ni tampoco una cronología sistemática de acontecimientos. Más bien se presenta en los hechos como “pantallazos” de los episodios más significativos de su momento, pero también de algunos que se revalorizan con el tiempo. Cabe señalar que el carácter de “escéptica alegría” del autor subyace en sus crónicas y diarios comentarios radiales.

El libro muestra las “constantes” de la economía argentina y su relación con los momentos políticos, que las acompañan y originan al mismo tiempo. Surge así la estrecha relación entre los presidentes y sus ministros de Economía, que han actuado, en la mayoría de los casos, como el número uno y el número dos en el ejercicio del poder.

Pienso que esta situación puede ser una hipótesis explicativa de la marcada vocación por la política que vienen mostrando los economistas argentinos desde los años setenta, con Álvaro Alsogaray, hasta hoy, más de medio siglo después.

A veces no es fácil distinguir el periodismo de la historia. Los separa un tiempo subjetivo. ¿Este libro es historia o periodismo? Creo que es las dos cosas al mismo tiempo, sin que exista una fecha precisa del pasaje de uno a otro género. Incluso los ecos del pasado más lejano irrumpen en el relato.

Es que algunas de las imágenes hacen recordar a la tradición de la caricatura, que constituía la comunicación audiovisual del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Las que inician El Mosquito y El Quijote, a través de la forma de diarios con la caricatura de un personaje de la actualidad política y económica en la primera plana, así como la revista Caras y Caretas, que aparece en 1898 incorporando el color, y que continúan PBT y Fray Mocho desde los primeros años del siglo XX, cuando la carestía de la vida, la falta de recursos de los sectores populares y los dramas del presupuesto y el gasto público estaban muchas veces en las portadas, que frecuentemente tenían las caricaturas de los presidentes y los ministros de Hacienda que lidiaban con ellos.

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En una historia de crisis cíclicas como ha sido la argentina desde la segunda parte del siglo xix hasta nuestros días, la referencia a los antecedentes resulta inevitable. A veces llevan al acierto, otras al error.

Si simplemente mirando al pasado pudiéramos anticipar lo que va a venir, sería todo muy fácil. Aunque procesos y situaciones pueden ser semejantes, la repetición no es idéntica. Esto surge de la lectura de las notas de Kohan, quien, a través del tiempo, ha sabido adecuarse a los cambios tecnológicos de la profesión periodística: sucesivamente el diario, la radio, la televisión y las redes sociales, que se suman y superponen a los anteriores, pero no los sustituyen. Ha actuado —y sigue haciéndolo— en todos estos medios con coherencia profesional.

La tecnología ha modificado la forma de comunicar y eso ha generado brechas generacionales al respecto. Pero la metodología de este libro permite superarlas. Comunica su mensaje en forma intermitente, sin un relato discursivo, sino a través de imágenes y títulos que se van hilando espontáneamente.

Por último, hay algo particular en la edición del libro. Se trata de un “toque de distinción” y elegancia que trasunta la forma en la cual es presentada la articulación de textos, imágenes y evocaciones.

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¿Cómo está la calle, Willy?

Por Marcelo Longobardi

A lo largo de los últimos años decenas de libros han procurado, con mayor o menor éxito, explicar la convulsionada historia de la economía argentina. Diagnósticos, memorias, planes, proyectos de ministros o de candidatos a serlo, ocupan lugar en las bibliotecas de los argentinos y en los estantes de las librerías. La actualidad se encarga de fulminar su vigencia. Hay, por supuesto, extraordinarias excepciones: las obras de Roberto Cortés Conde, Gerardo Della Paolera, Juan Carlos de Pablo, Domingo Cavallo, Pablo Gerchunoff, Juan Llach, Armando Ribas, Aldo Ferrer, siguen resultando indispensables.

Mezcla de historia y actualidad, como una secuencia enloquecida de idas y vueltas, hoy tenemos en nuestras manos Somos Nosotros, el primer libro de Willy Kohan. En este Diccionario argentino de economía y política, el autor ordena el extravío del país, por momentos enloquecido y delirante. El rigor, la buena información, las referencias históricas y, por momentos, un sutil y extraordinario sentido del humor están tan presentes en este libro como cuando Willy comenta y analiza todos los días la actualidad económica argentina.

Mi relación profesional con Willy es, como casi todas las cosas importantes de la vida, obra de la casualidad. A finales de los años noventa yo era el conductor de Volviendo a casa, programa vespertino transmitido por Radio América. Me acompañaban Charly Fernández, Horacio García Blanco y Carlos Mira. Pero nos faltaba un columnista económico. Una tarde, Carlos Mira me propuso un nombre: Guillermo Kohan, quien dejaba atrás una exitosa carrera en el por entonces muy influyente diario Ámbito Financiero.

“¿Lo probamos mañana?”, preguntó Carlos.

“Perfecto. Lo probamos”.

A la tarde siguiente apareció Willy y presentó su primer comentario económico. Resultó un verdadero desastre. Debí decirle a Carlos que su amigo era muy bueno para escribir en Ámbito Financiero, pero que no servía para hablar por radio (jamás volví a decir semejante cosa a nadie).

“Por favor, dale otra oportunidad, vas a ver que es buenísimo”, insistió Carlos Mira.

Presionado por su insistencia y por el afecto que le tengo, acepté. Willy
volvió al día siguiente, pero transformado: seguro, informado, impecable y simpático. El mismo Willy que escuchamos hoy. Había ocurrido un milagro radial. Tiempo después Radio América nos propuso ocupar el horario principal, de seis a nueve de la mañana, en reemplazo de Bernardo Neustadt.
Willy vino con nosotros, por supuesto. Charly Fernández y yo abríamos el

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programa a las seis de la mañana. Pero Willy quería llegar un poco más tarde para no madrugar tanto; se imponía encontrar una explicación. Surgió así la idea de presentar su llegada a las siete y media de la mañana con la siguiente pregunta: ¿Cómo está la calle, Willy? Desde aquella primera vez en Radio América, pasando por Radio Mitre y ahora en CNN Radio, le formulé la misma pregunta unas dos mil quinientas veces. Jamás supe de antemano cuál sería la respuesta. Pero esas dos o tres palabras de nuestro encuentro en la radio han resultado siempre el mejor diagnóstico de la Argentina de todos los días.

Dejamos de trabajar juntos cuando ingresé a Radio 10, en el año 2001. Fue tras mi ruidoso despido, en tiempos de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la casualidad volvió a ejercer su determinante influencia. Una mañana de diciembre de 2012 nos encontramos —por fortuna— en la famosa confitería Atalaya de la Ruta 2. Willy camino a Miramar, yo a Mar del Plata. Tomamos un café y comentamos lo que ya era obvio para muchos: que mi despido era inminente. Le propuse que en ese caso, y en la radio que se animara a contratarme, volviéramos a trabajar juntos. Aquel fortuito pero extraordinario encuentro quedó grabado en nuestra memoria como “La cumbre de Atalaya”.

Tras aquella cumbre hemos compartido diez años en Radio Mitre. Junto a un gran equipo lideramos la audiencia con resultados históricos. Hoy Willy me acompaña en CNN Radio y, aunque nunca se lo confesé, debo decir que no concibo mi carrera radial sin él. “¿Cómo está la calle, Willy?” me sigue resultando la pregunta más importante del día, y la respuesta me sigue pareciendo tan genial como hace veinticuatro años.

Willy Kohan, un personaje extraordinario. Tengo el honor de contarlo entre mis más queridos amigos, que no son muchos. Para mis hijos es, desde hace mucho tiempo, el tío Willy.

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Vivo el Willy

Por Carlos Melconian

Estaba por empezar diciendo que este Somos Nosotros de mi amigo Willy Kohan llega en un momento justo. Pero después pensé que, en este bendito país donde vivimos por elección, “siempre es el momento justo”. Fuera del triste chiste, Somos Nosotros no es solo un reflejo fiel de los problemas económicos que arrastra la Argentina, sino que además define (si se quiere parcialmente, pero es lo que dice su autor) de quién es la responsabilidad. Más allá de esto, es un verdadero diccionario completo de “quilombos”, un manual de la A a la Z, como muestra su índice.

Lo que es totalmente cierto es que con el tiempo nos convertimos en un país único en su especie, esotérico, un verdadero bicho raro. Es que nos tropezamos diez veces con las mismas piedras. No hay otro igual. Inentendibles para la idiosincrasia de un extranjero (incluso a esta altura para un latinoamericano medio que ya juega en ligas superiores a la nuestra). Muchas veces no nos entendemos ni nosotros mismos. Somos extraordinarios, en el mejor y en el peor sentido de la palabra. ¿Por qué será?

Y… somos nosotros, afirma el Willy. Nadie nos empuja a esto, nadie nos condiciona. No sufrimos terremotos, huracanes, guerra civil o militar. No somos una isla del Caribe sin recursos. El Creador nos ha dotado de territorio, clima, etc. Es como que hay un proceso de autoflagelación que lleva décadas, cruza horizontalmente gobiernos, engloba dirigentes, nos comió generaciones enteras.

Vamos a contramano del mundo moderno y muchos creen que los que van en contramano son todos los demás. Nos sentimos el ombligo del mundo. Somos el único país de la Tierra que en los últimos ochenta años registra una tasa de inflación promedio anual de 145 % (con dos híper) o 67 % (excluyendo de las estadísticas esas dos híper). El único que “logró” que el PBI por habitante sea hoy más bajo que el de hace quince años (un retroceso crudo y escandaloso). No hay otro que contabilice veintiún años de caída del PBI en los últimos cincuenta (estuvimos en recesión más del 40 % del tiempo). No hay país que en estos tiempos haya duplicado la pobreza (de 20 a 40 % de las personas entre la primera mitad de los noventa a la actualidad): antes estábamos entre los países con menos pobres de la región y hoy estamos entre los países con más pobres. Como consecuencia de un deterioro increíble, tenemos un mercado laboral con más trabajadores informales que formales. En la era de la globalización, somos apenas el 0,3 % del comercio mundial cuando llegamos a ser el 2 % décadas atrás (perdimos mercados de exportación hasta en Brasil, adonde nuestros productos acceden con arancel cero).

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Soportamos el riesgo país de un país en guerra sin guerras. Destruimos capital y desinvertimos como si hubiéramos sufrido un tsunami sin tsunamis. Con estos indicadores somos un país del “medio”, pero como me aclaró un extranjero: sí, son del medio, pero viniendo de arriba. Éxito es ser del medio, pero viniendo de abajo. Tiene razón el extranjero.

Institucionalmente, somos un flan. Vivimos “flojos de papeles”. Siempre cabe un permitido, una “argentinada”. Si hay que privatizar, se privatiza. Y si sobre el pucho hay que estatizar, se estatiza. Somos campeones en no respetar la letra y/o el espíritu de nuestra Constitución. Organizacionalmente, perseveramos en sostener las mismas estructuras y formas de funcionar de hace “cincuenta años”. Los mismos manuales. Los mismos dogmas. El mundo cambia permanentemente el modo de organizarse, la forma de funcionar, se aggiorna. Nosotros no, seguimos igual.

Ves, entonces es lo que te digo yo, diría el Willy: somos nosotros de
la A a la Z. Desde el aislamiento y el atraso cambiario entre los primeros temas que trata este libro hasta la tablita y el uno a uno entre los últimos. Pasando por orden alfabético por Bonex, cepos, devaluaciones, deuda, híper, plata dulce, privatizaciones, subsidios, entre varios otros. El abecedario casi completo.

En fin. Difícil discutirle todo esto al Willy. Pero va a cambiar. Vamos a tener como sociedad otra oportunidad. Y, con inteligencia, trabajo y honestidad, va a parecer el “fuego sagrado”. Será, una vez más, “somos nosotros”. Y esta vez la pelota va a entrar.

Conozco al amigo Kohan desde hace mucho. Salimos al ruedo casi al mismo tiempo: él dando sus primeros pasos en Ámbito Financiero y yo en el BCRA y luego en la consultoría económica. Compartimos innumerables momentos de radio, televisión y reportajes en diarios. Un gran amigo, un grande. Y coincide conmigo, no tengo dudas, que la próxima oportunidad será gol. Porque lo conozco sé que piensa así. Pero, además, porque “es vivo el Willy”.

Facundo de Zuviría.
Vista desde la oficina,

Centro Cultural San Martín, 1987

Fotografía, copia en gelatina de plata

28 x 35 cm

Colección del artista

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Ahorro

¿La base de la fortuna?

Nada más apropiado que el orden alfabético determine que el Ahorro sea la primera definición sobre la que me toca reflexionar en este libro. Porque en la práctica del ahorro o en la incapacidad de lograrlo reside buena parte de nuestro comportamiento y de nuestra historia a la hora de tomar decisiones económicas. La que me tocó observar durante casi cuarenta años desde una platea privilegiada como periodista especializado en Economía. Consumir y ahorrar regula la vida de las personas, las familias, las empresas. Gracias al ahorro, la Argentina y los argentinos hemos sobrevivido década tras década a una muy mala organización económica con dudoso respeto por la propiedad, a una inflación galopante, a la destrucción de la moneda, a la incautación de los depósitos bancarios, a un crecimiento dramático del tamaño y del gasto de un Estado cada vez más inoperante pero voraz en la regulación y el aumento de los impuestos. Fue el ahorro de las empresas y las familias lo que puso al país de pie después de cada crisis terminal. Desde el regreso de la democracia superó tres hiperinflaciones, el crack de la convertibilidad y las fuertes devaluaciones en la era Kirchner y durante la administración Macri y la de Alberto Fernández.

Está claro que la mayoría de los ciudadanos no tiene capacidad de ahorro y es evidente que en las últimas décadas esa porción de gente que ahorra viene en franco retroceso. Por la crisis y la inflación persistentes, y también por el cambio de hábitos de una clase media resignada a consumir, a esa porción de gente no le alcanza lo poquito que podría ahorrar para cambiar de vida. En cualquier caso, los argentinos hemos aprendido que se perjudica quien se queda con pesos en la mano si no los gasta o no encuentra cómo ahorrarlos sin que pierdan valor. La clave es cómo salvarse de la inflación, la devaluación, los impuestos al ahorro y, a la vez, dormir tranquilo sin el peligro de las corridas cambiarias y bancarias.

La combinación de comprar dólares y ladrillos ha sido la fórmula más generalizada de ahorro entre los argentinos. Se puede discutir dónde guardar los dólares o dónde comprar los ladrillos; también si corresponde y es conveniente declararlos, cuestión recomendable en un mundo donde será cada vez más difícil operar en efectivo y al margen del sistema bancario o electrónico de pagos. Más sofisticada, aunque también en el menú del deporte financiero nacional, figura la bicicleta de tratar de ganarle al dólar con depósitos en pesos indexados a plazo fijo, o apostar a bonos en pesos atados

Libreta de ahorro,
Caja Nacional de

Ahorro Postal, 1972
Archivo particular

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a la inflación, las tasas o la futura devaluación. Permite obtener durante algún tiempo ganancias en dólares que no se registran en ninguna parte del mundo, siempre que el jugador se retire a tiempo y cambie sus pesos por dólares antes de que llegue la corrida que barre con todo. Desde el préstamo de la Baring en el siglo XIX hasta nuestros días, las corridas financieras contra las reservas del Banco Central han sido siempre lo mismo en la Argentina: entran los dólares o el oro por el campo y por préstamos externos, explota el gasto estatal y se emiten muchísimos más pesos y bonos contra las reservas. La emisión de papel pintado indexada exige cada vez más emisión, hasta que la desconfianza se desata y todos corren a buscar a cualquier precio los dólares y el oro, que ya no alcanzan para cubrir la marea de pesos y bonos emitidos. Por otra parte, se intenta contener los precios que vuelan con el precio oficial para el tipo de cambio; aparecen entonces el mercado negro, el control de cambios, el cepo y demás intervenciones que empeoran aún más la situación. Hasta llegar al extremo: robarle los ahorros al público. El Estado financia su gasto con los depósitos bancarios de la gente, colocando bonos estatales a las entidades que luego no se pagaron.

Contra todas estas tropelías ha tenido que sobrevivir el ahorro de los argentinos a lo largo de las décadas. En la pelea, el Estado ha derrotado al ahorro. Porque lo poco que queda para ahorrar, el Estado se lo queda cada vez más en impuestos. El estancamiento del país y la caída en la calidad de vida de sus habitantes son también consecuencias de lo poco que se ahorra, de lo poco que se invierte, del nulo crédito que supimos conseguir. Somos Nosotros, ahorramos como podemos. Dólares y ladrillos, lo que el Estado no nos puede quitar.

Libreta de ahorro
Caja Nacional de Ahorro Postal, 1947. Entidad financiera creada en 1915
para fomentar el hábito
del ahorro en los niños

Archivo particular

Interior de Libreta de ahorro

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Enseñanza del ahorro: colaboraciones para el maestro

Buenos Aires, Caja Nacional de Ahorro y Seguro, 1977 Biblioteca del Congreso

de la Nación

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Aislamiento

Atraso

Ser anti Estados Unidos en la Argentina resulta muy taquillero. Los historiadores tal vez puedan resolver esta gran incógnita: ¿por qué se ha comprado la posición del aislamiento a partir de las décadas de 1920 y 1930? Desde entonces, la Argentina tuvo pocos períodos de apertura al mundo. Su política exterior, sobre todo a partir de 1930, ha sido la de la confrontación, en particular con Inglaterra y los Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo más cerca de los nazis que de los aliados; anti Estados Unidos y anti Inglaterra, ha coqueteado con los autoritarismos y los desastres que vinieron con aquella guerra. Años más tarde, a los antecedentes mencionados se les sumó la década de los setenta. El debate sigue vigente: según las encuestas, se trata de una sociedad que se ubica entre las más antinorteamericanas de América Latina. ¿Dónde está parada la Argentina en el mundo? ¿Por qué siempre estuvo —y está, a mi entender— más del lado de los más malos que de los menos malos? A la dirigencia política le cuesta reconocer lo que está más reconocido en la calle: la sociedad argentina admira más a los Estados Unidos que su clase dirigente. Me he llevado una sorpresa cuando Alejandro Finocchiaro, ministro de Educación del presidente Mauricio Macri, expresó su admiración por la sociedad norteamericana. Por primera vez un ministro lo dijo en público; nunca nadie, ni un dirigente de fútbol, ni un empresario, ni un sindicalista, ni un político, ha hecho por estos pagos semejante confesión.

Existe un capítulo —uno de los más apasionantes del debate político sobre la historia argentina— que vale la pena revisar: el de las relaciones carnales. La expresión alude a la política exterior del presidente Carlos Menem desde el inicio de su mandato en 1989 hasta el final, en 1999. La ironía la expresó un gran colaborador de Menem, Guido Di Tella, cuando fue embajador en los Estados Unidos. Durante la era Menem se produjo un shock en términos de política exterior: conexión con el mundo, ingreso de capitales, modernización del país. Una Argentina alineada con el Occidente clásico: los Estados Unidos, Inglaterra y Europa. Cuando en 1991 Domingo Cavallo pasó del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto al de Economía, Guido Di Tella ascendió a canciller. Un personaje interesante, simpático, con una inteligencia y una capacidad de ironía siempre muy celebradas. De familia empresaria, mucho dinero y mucha clase, era una especie de peronista paquete: podía darse ese lujo y moverse en la alta sociedad porteña. Dice la leyenda que para dar una señal de cambio, cuando un periodista le preguntó

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“Nosotros podremos prescindir
de los automóviles, molestarnos
un poco en los transportes y por
la falta de Frigidaire o de tabaco
rubio, mientras podemos comernos
nuestros bifes y nuestro pan.”

Juan Domingo Perón (13 de marzo de 1952). Discurso presentado en

el Salón Blanco de la Casa de Gobierno al Congreso Confederal de la CGT

Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1952. p. 10

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cómo iban a ser las relaciones con los Estados Unidos, con su capacidad enorme de ironía le contestó: van a ser relaciones carnales, íntimas y de socios, lo que en efecto buscaba Menem. Di Tella se la dejó picando a los sectores que cuestionaban su política exterior. Quedó para la historia como algo negativo, con mucho rechazo en nuestra sociedad, en particular en los medios de comunicación masivos. La categorización de relaciones carnales se instaló como peyorativa, dado que el gobierno de Menem terminó bastante mal en términos de imagen y opinión pública. Hoy que conocemos el relato que vino a partir de la caída de Fernando de la Rúa, la expresión “relaciones carnales” del querido Guido Di Tella ha resultado muy funcional al discurso antiyanqui.

Desde la perspectiva de la política interna, el aislamiento caracteriza a los gobiernos que se rodean de sus propios fieles, que sospechan de cualquier posición crítica, ya sea de parte de los medios de comunicación o de los sectores políticos o económicos: son siempre conspiraciones. Y desde el punto de vista del comercio, el aislamiento argentino nos vuelve un país cerrado a las importaciones y poco proclive a participar de acuerdos de comercio con los distintos bloques internacionales.

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“¡Yo, argentino! fr. pr. coloq.
Expresión indicativa de que no se
desea intervenir en algo para lo que
se es requerido. Implica ‘lavarse las manos’ ante un asunto. Obs. La frase habría nacido, según algunos autores, con la Primera Guerra Mundial. Los argentinos de viaje por Europa, al ser detenidos o interrogados o en cualquier trámite en que se consultaba su identidad nacional, la decían, con lo que señalaban que no pertenecían a ninguno de los dos bandos en pugna.
Se sigue usando con igual sentido,
más allá de situaciones bélicas.”

Pedro Luis Barcia y Gabriela Pauer. Diccionario fraseológico del habla argentina
(frases, dichos y locuciones). Buenos Aires, Emecé - Academia Argentina de Letras, 2010, p. 486

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Ámbito Financiero

Solo en la Argentina

Una de las razones del enorme éxito del diario Ámbito Financiero se debe a la idea original: hacer un diario sensacionalista de economía y finanzas, dirigido a un público de alta formación y conocimiento. Idea que pudo concretarse únicamente en medio de la locura económica, financiera y cultural de la Argentina, donde el debate económico genera niveles de pasión similares a los que provoca el debate futbolístico. En pocos lugares se discute con tanta pasión la economía: debe tratarse de alguna enfermedad que afecta a los argentinos, cuyo origen estaría en los eternos problemas de organización de la distribución de ingresos, del pago de impuestos y del gasto estatal. En los ámbitos mencionados, la historia no distingue entre gobiernos militares, peronistas, radicales, ortodoxos o liberales. Para sobrevivir a los permanentes shocks económicos, a las feroces devaluaciones y a las incautaciones de ahorros por parte del Estado, el sector privado argentino ha hecho gala de tanta audacia como Julio Ramos, el creador de Ámbito Financiero. Su camino, durante los años dorados, contó con el apoyo de un enorme grupo de empresarios y hombres de negocios que apostaban por un país abierto, conectado con el mundo, democrático. Desde esta perspectiva, la experiencia de Ámbito Financiero y su influencia en la política y en la economía han sido decisivas y merecen reconocimiento y análisis profundo. Fue una revolución para el periodismo local, y su éxito hizo historia en la Argentina.

Durante el intenso período entre los años 1985 y 1997, la prensa gráfica marcaba la agenda. No existía la competencia feroz del periodismo digital, mucho menos el impacto de las redes sociales. ¡Ni siquiera se podía hablar por teléfono! Mi llegada al diario fue casi una casualidad. Estudiaba licenciatura en Economía y veía en un gran pizarrón —la bolsa de trabajo de la facultad— donde pedían contadores, algún licenciado en Administración; pero para licenciados en Economía, la oferta ocupaba apenas dos renglones. Uno de ellos decía textualmente: “jóvenes economistas o estudiantes avanzados con vocación periodística”. Cierto día la empresa familiar en la que trabajaba como cadete administrativo me encargó averiguar el precio del dólar a lo largo de varios meses. Me dirigí al archivo de Ámbito Financiero, en San Martín y Sarmiento. Encontré la información microfilmada y antes de irme, recordé el cartelito de la bolsa de trabajo de la facultad. “Es nuestro”, me respondieron, “es Julio Ramos, que le gusta buscar periodistas en la cantera de los estudiantes de Economía”.

Redacción de Ámbito Financiero, 1995

Archivo Guillermo Laborda